Pretensiones

el ejercicio de la política, cuando se practica como oficio y con grado de chusquero, crea a veces en quienes lo ejercen una capa de osadía y desparpajo que les induce a afirmar una cosa y la contraria, a camuflar en éxito un fracaso, a prometer y no cumplir, a ponerles una vela al enemigo y un rejonazo al amigo. Todo al mismo tiempo y sin mover un músculo del mismo rostro pétreo.

En este juego de trileros son especialistas Patxi López y los dos notables de su guardia pretoriana, Rodolfo Ares y José Antonio Pastor. Lejos de considerarse responsables de un batacazo electoral que, no sólo les desalojó de Ajuria Enea, sino que les relegó a tercera fuerza, y a la baja, sacaron pecho y desde el primer momento prodigaron un discurso desabrido, chulesco casi, dispuestos a sacar tajada de la realidad minoritaria del nuevo Gobierno Vasco.

Que desde la oposición se procuren réditos en base a la debilidad de un Ejecutivo en minoría es absolutamente normal y lícito en democracia, y en ello están cada una de las fuerzas opositoras en el Parlamento de Gasteiz. Pero algo chirría cuando una de ellas provoca con insistencia la tensión, la obstrucción y el puro desacuerdo, convencida de que sólo cuando se le tenga en cuenta para compartir el poder será posible una gobernabilidad normal.

Para entender esta actitud hay que tener en cuenta los hechos en su origen, en las jornadas previas a la sesión de investidura de Iñigo Urkullu como candidato del partido más votado. Se reunió el candidato con representantes de todas las fuerzas políticas y en la convicción de que habría serias dificultades para sacar adelante un Gobierno en minoría, planteó a cada uno la posibilidad de acuerdos a varias bandas en "geometría variable".

Lógicamente, cada partido interpelado puso en evidencia lo complicado de esos pactos, la dificultad en el futuro de un Gobierno obligado a tan acrobáticas alianzas y así lo expresaron tras la ronda. Lo que el PSE no dijo fue que de salida había descartado todo acuerdo que no pasase por su entrada en el Gobierno. Lógicamente también, Urkullu no podía aceptar de primeras un Gobierno de coalición con quien en la legislatura recién finalizada había desalojado al PNV, el partido más votado, mediante un pacto forzado con el PP. Estaban todavía las heridas demasiado abiertas, y tanto el fracaso del Gobierno López como el resultado electoral del PSE no daban para excesivas confianzas.

Patxi López consideró esta negativa como un portazo, y entre el revanchismo y el despecho se puso a la cabeza del frente del NO dispuesto a entorpecer al máximo el normal desarrollo de la gobernabilidad en Euskadi. Fueron frecuentes esos días las declaraciones de Rodolfo Ares y José Antonio Pastor responsabilizando al PNV de la falta de acuerdos y augurando futuros fracasos al Gobierno en minoría.

Y se pusieron manos a la obra. Hasta el momento, ni una sola de las iniciativas presentadas por el lehendakari Urkullu ha contado con el apoyo de López y su partido. Todo lo contrario, sea cual sea el proyecto presentado, se trate de los Presupuestos, del plan de ayuda a las pymes, de la reforma del sector público vasco, del fondo de solidaridad por el empleo o para la reactivación económica, ahí están, compareciendo ante los medios para darles un titular despectivo el primer espada López, el banderillero Pastor, o el picador Ares. No les hace falta pensar, porque las razones son lo de menos.

Patxi López, mientras deshoja la margarita de si se va a Madrid, si le dejan el paso franco a Ferraz, si le sirven de algo para las primarias los "bolos" del Ebro para abajo, o si por aquí cae algo, ha mandado a cerrar filas en el PSE para meterle presión al minoritario Urkullu. No solamente debe quedar claro que a este Gobierno ni agua, sino que es preciso intimidarle, menospreciarle, amagando -y dando- con la "pinza" activada en la Diputación de Gipuzkoa o en el Ayuntamiento de Donostia en pactos con EH Bildu, encantada la izquierda abertzale de verse cortejada por los que antaño acusaba de padrinos de los GAL.

En estos seis meses transcurridos desde la nueva legislatura, el lehendakari Urkullu ha reiterado su ofrecimiento de acuerdos con todos y cada uno de los partidos sin recibir ninguna respuesta. Y por si fuera excesiva esa insistencia y alguien cayera en la tentación de prestar apoyo, Patxi López se engalla y advierte de que si Urkullu quiere pactos exige exclusividad. Ellos, el PSE, estarían dispuestos al acuerdo con el PNV pero de ninguna manera si entra el PP, con el que los socialistas no tienen afinidad alguna. Clamorosa contradicción de quien pactó con ellos ayer mismo, y cuyo secretario general Rubalcaba no se cansa de pedir el acuerdo.

Es evidente que el Gobierno Urkullu lo va a tener más que difícil para sacar adelante sus proyectos. Comprobada la rivalidad obstruccionista de EH Bildu y el obstáculo insalvable de la aritmética, quizá la solución de estabilidad pase por un acuerdo con el PSE. Ya hubo larga y satisfactoria experiencia en épocas pasadas. Pero si uno recuerda a los Buesa, Recalde, Jauregui, Freire y demás socios socialistas precedentes y compara, es que no hay color.

Con la venia

pablo muñoz