LAS objeciones presupuestarias que han presentado los dos principales grupos de la oposición, EH Bildu y PSE, van a dificultar mucho la aprobación de las primeras cuentas que propone el Gobierno de Urkullu. Corresponde al Ejecutivo la tarea de tejer consensos que permitan obtener los apoyos parlamentarios suficientes para su aprobación, pero también es tarea de la oposición argumentar por qué no es posible ese consenso.

Escuché a la portavoz de Bildu, Laura Mintegi, la noche del miércoles en el programa Gabon de Onda Vasca. Sus críticas al proyecto de presupuestos venían precedidas de una disposición al diálogo. Tiene su razón: nadie quiere aparecer como el "irresponsable" que esquiva acuerdos en medio de una crisis tan aguda. Pero lo cierto es que más allá de esa primera declaración de intenciones, los argumentos que esgrime no invitan a pensar en un acuerdo.

Dice Mintegi dos cosas: que es necesario revisar los ingresos y que de los recortes de 1.130 millones de euros, 716 corresponden a capítulos que ella engloba en "gasto social".

El primero de los argumentos no es comprensible ni defendible en boca de la portavoz de Bildu cuando su correligionario Martín Garitano dio el visto bueno a esas cuentas generales de ingreso y gasto en el último Consejo Vasco de Finanzas. Mintegi no ha explicado de dónde podrían obtenerse más ingresos este ejercicio. Tres días más tarde, Peio Urizar, atrapado en esa contradicción no descartó emitir más deuda. Pero entonces: ¿por qué no se endeudan más las instituciones gobernadas por Bildu? ¿Por qué lo que sí vale para el Gobierno de Urkullu no sirve para la Diputación de Gipuzkoa o el Ayuntamiento de Donostia?

Pero lo importante en este caso es que no se puede alterar sobre la marcha el consenso previo. El terreno de juego estaba marcado: 9.316,7 millones de euros. Eso es lo que Gobierno vasco y Diputaciones (incluida la gobernada por Bildu) dieron por bueno. El debate, por lo tanto, deberá ser cómo repartir esa tarta, no si se puede hacer mayor o menor la tarta.

La segunda razón de Mintegi es mucho más discutible. La suma de lo que ella considera que es "recorte añadido" sobre el gasto social proviene de comparar las partidas asignadas el año pasado a determinados departamentos y lo que este año aparece consignado a esos mismos departamentos.

Es sumar peras y manzanas puesto que la estructura gubernamental es distinta. Así, se critica el descenso en Empleo y Políticas Sociales, aunque en realidad la mayor parte de esa disminución se refleja en la partida de construcción de vivienda de VPO, mientras se hace un esfuerzo por mantener la Renta de Garantía de Ingresos. En los millones detraídos, según las cuentas de Mintegi, están los descensos en Sanidad o Educación. Pero sus titulares han explicado que afectará a la inversión en infraestructuras que pueden esperar y no a los servicios públicos que ofrecen.

Para que la disposición a negociar suene veraz, es necesario que Bildu explicite qué partidas considera que deben modificarse. Mientras, será un gesto de cara a la galería.

El PSE se ha escapado del debate por la única rendija que le queda: los ingresos. Pero del mismo modo que la coalición Bildu queda comprometida con esos ingresos a través de la postura de su representante en el Consejo Vasco de Finanzas, también lo están los socialistas. Recordemos que fue en octubre de 2012, todavía con López en Ajuria Enea, cuando se fijó la previsión de ingreso, más tarde ratificada pese a que Bizkaia deseaba un recálculo al alza. Gobierno vasco en manos del PSE y Diputación de Gipuzkoa gobernada por Bildu tenían mayoría suficiente en ese órgano para haber planteado entonces una revisión de los ingresos. No lo hiceron. Bildu por partida doble.

Pero es que en el caso de Patxi López, la cosa suena aún más extraña. Bildu no ha aclarado de dónde debe salir ese aumento de ingresos, pero López sí se ha aventurado: de los 800 millones que adeuda el Estado en concepto de liquidación de cupo. No es serio. López no fue capaz de negociar durante tres años esa liquidación que ahora quiere contabilizar en sus máximos, sin acuerdo previo.

XABIER LAPITZ