Bilbao. La reciente revelación de la actual ocupación del antiguo militante ultraderechista Emilio Hellín Moro ha reabierto las heridas del crimen por el que en 1982 fue condenado a 43 años de cárcel: el asesinato dos años antes de la joven bilbaina Yolanda González Martín, que estudiaba electrónica y militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores en Madrid, donde residía. Y es que el hecho de que Hellín -que tras salir de prisión cambió su nombre por Luis Enrique- trabaje para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ha reafirmado las sospechas de los familiares y allegados de Yolanda sobre la estrecha relación que el exmiembro de Fuerza Nueva ha mantenido a lo largo de los años con los poderes del Estado.
Unas sospechas que salieron ayer a la palestra durante el espacio conducido por Xabier Lapitz en Onda Vasca en torno a este caso, en el que intervinieron Amaia González, hermana de Yolanda; Alejandro Arizkun, su pareja en aquel entonces; y José María Irujo, periodista de El País que el pasado domingo desveló la noticia. Éste recordaba que "en los 80, Emilio Hellín se dedicaba ya a las escuchas y la recuperación de datos de ordenadores y teléfonos, y cuando sale de prisión en el 96 vuelve a esa misma actividad, con la diferencia de que empieza a trabajar para los juzgados y después para las Fuerzas de Seguridad del Estado, dando clases a agentes de la Guardia Civil y la Policía y, lo que es más grave, participando en los últimos años en investigaciones judicializadas".
Más visceral, Amaia González expresó su "sorpresa" por el hecho de que "solo haya cumplido 14 años de prisión cuando fue condenado a 43. A mí no me salen las cuentas". Se preguntaba además "cómo pudo tener, siete años después de asesinar a mi hermana, un permiso de seis días para preparar tranquilamente su evasión e irse a Paraguay con su familia", en referencia a la sonada fuga que protagonizó Hellín al país sudamericano, de donde fue extraditado en 1990. José María Irujo insistía en que "desde que cometió este asesinato y entró en prisión, esta persona contó con muchísimos apoyos, desde la propia Policía a la Justicia, pasando por los miembros de Instituciones Penitenciarias de la época". Como prueba de ello citó el tercer grado que empezó a disfrutar "porque ya había cumplido una cuarta parte de su condena y supuestamente tenía buen comportamiento" y su posterior puesta en libertad a mediados de los 90.
Durante el programa de Onda Vasca, el que fuera pareja de Yolanda, Alejandro Arizkun, puso el dedo en la llaga al asegurar que "hay una mano negra que apoya y ayuda permanentemente a Hellín". Y es que, tras los permisos penitenciarios y las fugas, "sale de la cárcel y es contratado de nuevo; es decir, hay algunos elementos en Instituciones Penitenciarias, la Judicatura y el Ministerio del Interior que están apoyando sistemáticamente en este período a Hellín".
Respecto al impacto que ha provocado el último eslabón en esta cadena de agravios, la revelación de que Emilio Hellín lleva años formando a la Guardia Civil y la Policía española en técnicas forenses de espionaje y rastreo informático a través de su propia empresa, Amaia, que actualmente reside en Francia, afirma que "estamos estremecidos y muy doloridos ante la gravedad de estas revelaciones". Añade que "cada vez que ha habido un escándalo, como fue en su día el permiso que tuvo y su huida a Paraguay, lo vemos como una puñalada más, como si le hubiesen dado otro tiro más a mi hermana".
Pese a todo, la postura de los más cercanos a Yolanda es clara: "no nos vamos a quedar callados. Si algo podemos hacer por Yolanda es eso precisamente. Ella hubiese hecho eso y mucho más, y por supuesto vamos para adelante. Esperamos que los demócratas de este país nos apoyen y que se esclarezca, porque lo que buscamos es saber quiénes son los responsables de todo esto y desde cuándo se ha producido. Queremos que esta persona deje de inmediato las funciones que ha estado haciendo hasta ahora".
Identidad Amaia subraya que Hellín "nunca se arrepintió y consideró que hizo lo que tenía que hacer", tal y como él mismo reconoció cuando fue extraditado. José María Irujo coincide al señalar que "jamás, ni en su estancia en prisión ni posteriormente, ha hecho el menor acto de remordimiento ni en público ni en privado". A preguntas de Xabier Lapitz, el periodista expresa que "la relación de Fuerza Nueva y los Cuerpos de Seguridad del Estado en aquella época era muy estrecha". El hecho de que el inductor del asesinato fuera "un inspector de policía y también jefe de seguridad" del partido de Blas Piñar refuerza esta idea.
Respecto a la actual labor de Hellín como colaborador de las FSE, "la pregunta es si sabían quién era o no". Pese a que "todas las personas con las que he hablado y que participaron con él en estas investigaciones señalan que no sabían quién era ni conocían su pasado", Irujo está convencido de que "aquellos de más de 50 años, que conocen la historia reciente de España y la Transición, podían saber perfectamente o sospechar" su identidad.