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La política o el arte de la decepción

Cinco políticos vascos dicen que "la corrupción no está en su ADN" y defienden la dignidad de su labor

La política o el arte de la decepciónDavid de Haro

Bilbao. cuando la honestidad de la política se desmorona a pedazos, cuando la corrupción acecha amenazando con provocar una crisis de Estado, cinco políticos vascos dan la cara para reivindicar la dignidad y la legitimidad de la cosa pública. Emilio Olabarria (PNV), Víctor Urrutia (PSE), Cristina Ruiz (PP), Iñaki Irazabalbeitia (Bildu) y Nerea Gálvez (EB) compartieron experiencias vitales en una mesa redonda en Bilbao y rompieron estereotipos, dinamitando el mensaje instalado en la calle de que la clase política es sinónimo de descrédito "porque la corrupción no va impresa en el ADN de la política", adujeron al unísono.

Pero en el día en que la democracia sufría uno de los mayores desprestigios de su historia, -la difusión de los papeles secretos de Bárcenas-, los representantes públicos se vieron casi obligados a reconocer que la política es el arte de la decepción, suscribiendo la definición del filósofo Daniel Innerarity.

El más explícito, Emilio Olabarria. "El reto es evitar la perversión de asociar política con desapego social y con corrupción", decía con contundencia. "Hay que estar con mil ojos para no dejarse llevar por lo más sutil de la corrupción. No nos engañemos, lo gordo, lo ves fácil. Lo que me preocupa es que hay que lidiar con los grupos de presión que se presentan bajo ropajes muy camuflados", afirmaba refiriéndose a los lobbys de presión y a su trabajo en trece comisiones del Congreso de los Diputados.

"Nadie se puede imaginar las presiones a las que debemos resistir cuando se debaten o se tramitan ciertas leyes en el Congreso, y hace falta una resistencia casi numantina para aguantar porque nadie está vacunado", aseguraba el diputado vasco en el marco de una sesión de coaching político organizado por Emana y la Universidad de Deusto.

Victor Urrutia mantenía, de forma más indulgente, que las contingencias y los reveses que está sufriendo ahora la política "obedecen quizá a las impurezas de cuarenta años de dictadura y a los elementos espurios que han contaminado a la sociedad civil. Tal vez, los políticos no son más que el reflejo de la sociedad que tenemos", afirmaba, dejando a la parroquia con ganas de réplica.

Olabarria, el más beligerante

"No hay mecanismos legales para evitar la corrupción"

Mientras las generalidades se adueñaban de los contertulios, Olabarria insistía: "La ley de transparencia que persigue el PP es una ficción y los mecanismos legales para evitar la corrupción son manifiestamente insuficientes". "La actuación política debe ser esporádica y eso es lo único que garantiza la transparencia", argüía.

Mientras expresaba su preocupación por que 49 jueces decanos digan que la corrupción forma parte del sistema, Cristina Ruiz, portavoz del PP en el ayuntamiento bilbaíno, no tapaba ninguna grieta en el seísmo que sacude a su formación y mantenía, sin embargo, de manera muy ortodoxa, "que la política no decepciona ni más ni menos que otros planos de la vida".

Más en desacuerdo se mostraba Nerea Gálvez, para quien la política "es un ejercicio noble", aunque se veía obligada a admitir que ha vivido momentos decepcionantes. "Sobre todo por parte de compañeros y compañeras de partido que anteponían sus intereses personales a los intereses generales". A juicio de la portavoz de Ezker Batua Berdeak en las Juntas Generales de Araba, "es necesario tener claro a quién debes las lealtades, al partido o al programa", se cuestionaba desde su difícil posición de ser un cargo público que no pertenece a ningún partido aunque se presentase en las filas de EB.

Partiendo de la idea de que los políticos presentes forman parte del bando de los buenos "y no vamos ni a por la pela ni a por el mando", como ponía de relieve Urrutia, una de las principales cuestiones suscitadas fue cómo se combinan lealtades y principios personales. Para Emilio Olabarria, la digresión no dejaba lugar a dudas. "Cualquiera tiene que conjugar su lealtad a la vez que sus principios. El actual sistema político se articula a través de los partidos y uno no tiene siempre que coincidir con lo que opina la estructura de su partido, aunque el mapa político de Euskadi, tan fragmentado, obliga a una disciplina férrea", aseguraba. Y eso que confesaba pertenecer al PNV casi desde el parto, "por un adoctrinamiento inconsciente de mis padres, supongo", bromeó.

Para Víctor Urrutia, es necesario tener claro que el ejercicio de la responsabilidad tiene consecuencias personales. "Nadie puede pasar limpiamente por política", decía en alusión a sus peajes. "En mi caso, el precio a pagar han sido once años de falta de libertad y que mi andadura política haya llegado a romper amistades personales". Una trayectoria que él mismo asociaba al compromiso, a la rebeldía, y "a la falta de oxígeno político de mi época".

El representante de Aralar, el donostiarra Iñaki Irazabalbeitia, afirmaba que "si me coartasen mi capacidad de pensar diferente, lo dejaría inmediatamente", subrayaba, retratándose como un huérfano político de los 90 y recordando aquel tiempo en el que decidió mojarse y afiliarse a Aralar porque no quería que "ninguno de mis dos hijos, de 8 y 5 años, vivieran lo mismo que yo".

irazabalbeitia, el más rebelde

"No hay que usar brocha gorda para describir a los políticos"

La burbuja que separa a políticos y ciudadanos se hizo también ayer notar en la charla. El déficit de la clase política con el sentir de la calle flotaba en el ambiente. Y la concurrencia interpeló a los políticos sobre otros vicios de casta como los privilegios, los coches oficiales o los viajes en business. "En materia de prebendas, no hay que elevar la anécdota a categoría", sentenció Olabarria, recordando que solo el 20% de los concejales recibe algún tipo de remuneración.

Iñaki Irazabalbeitia apelaba a sus orígenes y llegaba a encresparse, "porque se utiliza la brocha gorda para describir la labor sorda que hacen miles de ciudadanos. La gran mayoría de políticos trabajan de forma desinteresada, no todos viajan en business, ni utilizan Visa", aseguró en lo que fue una conversación hilvanada de recuerdos de sus inicios o de la inexistente conciliación. "En esta profesión, la conciliación de la vida laboral y familiar no existe, yo diría más bien que es un continuum de renuncias porque es una actividad muy absorbente", señalaba Cristina Ruiz.

Una charla abierta a cinco personales hojas de ruta, pero también abierta a un sinfín de adulteraciones que salpican una actividad ahora en boca de todos. Y no precisamente por sus bondades.

"Hay que evitar asociar política con desapego social y corrupción", mantiene Olabarria

"Tal vez los políticos no sean más que el reflejo de la sociedad que tenemos", dice Urrutia