arranca el nuevo gobierno vasco
Una jura sin paraguas
El nuevo lehendakari propuso que hubiera mujeres entre los dantzaris, y barajó usar el paraguas con el que Leizaola juró ante la tumba de Aguirre
M. Vázquez
Bilbao
cUANDO Iñigo Urkullu juró su cargo bajo el Árbol de Gernika, lo hizo aunando tradición y modernidad. Recuperó la fórmula utilizada por el primer lehendakari, José Antonio Aguirre, pero introdujo algunas modificaciones destinadas a relativizar su carga religiosa. Además, se acercó al Árbol Viejo que se conserva en la Casa de Juntas, en un gesto inédito con el que pretendía honrar los Derechos Históricos. Sin embargo, para llegar a la versión definitiva, se rodeó de representantes de las Juntas Generales y del Parlamento, así como de sus inmediatos colaboradores, al objeto de abordar una auténtica tormenta de ideas que permitiera hallar el formato ideal. Una de las propuestas más destacadas que llegó a estar sobre la mesa fue la posibilidad de que Urkullu esgrimiera el paraguas que utilizó el lehendakari Leizaola para jurar su cargo ante la tumba de José Antonio Aguirre en Donibane Lohitzune en 1960. Al encontrarse muy deteriorado, se decidió prescindir de él. También se propuso que empleara un portafolios usado por el propio Aguirre para llevar documentos, aunque el temor a que lloviera y pudiera resultar dañado terminó disuadiendo a los jeltzales.
El máximo representante de la CAV gestionó con mimo el solemne acto y, aunque tomó nota de todas las propuestas, según ha podido saber DNA, "todas y cada una de las decisiones las tomó él". "Cuando tuvo lista la fórmula del juramento, la mandó por sms a sus colaboradores", explican las mismas fuentes. El equipo de Urkullu, quien buscó inspiración en las juras de los dos primeros lehendakaris, contó, asimismo, con la ayuda de Jon Argintxona y Jabi Bilbao, ujieres de las Juntas de Bizkaia y auténticos archivos históricos de las tomas de posesión de los antecesores del jeltzale. Además, se encargó a los historiadores Luis de Guezala e Iñaki Goiogana, de la Fundación Sabino Arana, que redactaran un informe sobre la jura de Aguirre. Una fuente imprescindible para abordar dicha tarea fue la crónica del día del diario Euzkadi.
Uno de los toques históricos que imprimió Urkullu al acto consistió en jurar no solo sobre el Estatuto, sino sobre el fuero viejo de Bizkaia, el más antiguo de los tres territorios de la CAV, y el que primero recogió los usos y costumbres. Clave para introducir la idea de la soberanía originaria en el acto, fue custodiado por la responsable de Cultura de la Diputación de Bizkaia, Josune Ariztondo. Se encargó de extraer el libro de la cámara de seguridad del archivo foral, y de diseñar un recipiente para trasladarlo sin que sufriera daños.
Por el contrario, no fue posible contar con el paraguas que el sacerdote guipuzcoano don Serafín Esnaola -muy implicado en reivindicaciones sociales y euskaltzales- cedió a Leizaola para que jurara su cargo ante la tumba de Aguirre. Su deterioro impidió utilizarlo, aunque la Fundación Sabino Arana ya ha pensado en restaurarlo. Urkullu sí pudo evocar la figura del lehendakari retratándose ante el Árbol Viejo como lo hizo Leizaola en una visita clandestina a Gernika en 1974.
Tampoco se perdieron de vista las juras recientes. A principios de mes, la secretaria del EBB Pilar García de Salazar comenzó a recopilar datos de la última toma de posesión de José Antonio Ardanza (1994) y, sobre todo, de la primera de Juan José Ibarretxe y la de Patxi López. Quedó claro que Urkullu debía recuperar el saludo a los mandos de la Ertzaintza, al que no recurrió el socialista. "Algún mando comentó en 2009 que no entendían qué pintaban allí, ya que no tuvieron ninguna función", explican las mismas fuentes. Se recuperó el txistu frente al oboe, y se recurrió a txistularis y dantzaris -el jeltzale propuso que no hubiera solo hombres- del Ayuntamiento de Bilbao, con quienes trabaja el Parlamento.
TRADUCCIÓN Sobre el uso de la Biblia y el crucifijo, Urkullu opinó que las manifestaciones religiosas son más propias de la vida privada y no deberían formar parte del protocolo institucional. Trabajó con el presidente de Euskaltzaindia Andrés Urrutia la traducción del juramento hasta llegar a la conclusión de que "apalik" no significaba "humillado" ante Dios, sino "humildemente".
El lehendakari Leizaola, ante el Árbol, en 1974. Foto: sabino arana fundazioa