Nada es gratis
Tras el anuncio del PNV de su decisión de conformar un gobierno monocolor no se han hecho esperar las críticas. Son, quizás, prematuras, pues tiempo habrá de valorar el acierto o error de la fórmula elegida en función de los resultados que arroje. Pero además, la valoración de la idoneidad de una fórmula debe basarse, al menos en parte, en el análisis de sus alternativas, y lo cierto es que los partidos políticos de la oposición, en público al menos, no han hecho análisis alguno de ese tipo.
EH Bildu, por boca de una de sus parlamentarias electas, critica la opción del PNV por un gobierno en solitario, pero a continuación admite que en ningún caso hubiera participado en uno de coalición con los jeltzales. Quizás también en EH Bildu creen que la consistencia es virtud de mentes pequeñas. Pero, vayamos al grano: dudo que nadie pensase que la fórmula PNV-EH Bildu era viable. Para empezar, el precio que hubiera tenido que pagar el PNV por ese acuerdo hubiera sido, en un sentido casi literal, prohibitivo. De otra forma, EH Bildu no hubiera obtenido provecho alguno del mismo. La lógica política se oponía de manera contundente a la fórmula.
Los socialistas, por boca de una consejera del Gobierno (¡qué extraño sentido institucional!), reprochan a los jeltzales que no se apliquen a sí mismos el cuento que esgrimieron tras retirarles el PP su apoyo. Si 25 no era suficiente entonces, -sostienen-, 27 no se diferencia mucho, por lo que tampoco es suficiente para gobernar. Pero quieren ignorar el hecho, en absoluto baladí, de que 25 escaños significaban un apoyo social muy inferior hace un año que el que significan 27 ahora. Ya se habían celebrado elecciones municipales y forales, y elecciones al Congreso y el Senado, con todas las opciones en liza, y los resultados habían puesto de relieve que el PSE no contaba con el respaldo social que parece reflejar una tercera parte de los escaños de la cámara. Ahí está la diferencia. Porque el experimento mediante el que los dos grandes partidos españoles se habían propuesto liberar a la ciudadanía vasca del supuesto síndrome de Estocolmo que padecía para con el nacionalismo vasco se había saldado con el fracaso más rotundo. O no había tal síndrome o, si lo había, ha resultado estar más arraigado de lo que imaginaban.
Según algunas interpretaciones, la racionalidad política aconsejaba al PNV alcanzar un acuerdo con los socialistas; a favor se han esgrimido razones de gobernabilidad y loas a la tan traída y llevada "transversalidad". Pero había poderosas razones en contra de esa opción. La hostilidad con la que ambos partidos se habían obsequiado uno al otro durante la legislatura anterior dejaba poco margen para un pacto de gobierno de cara a la que comienza. Para las bases electorales de ambos partidos habría sido una decisión dolorosa y para el PNV, además, podía ser tácticamente equivocada. EH Bildu saldría muy beneficiada en la próxima cita electoral.
Unos resultados electorales diferentes quizás nos habrían conducido a otro escenario, pero estamos donde estamos. El PNV carece de la mayoría absoluta y eso le va a obligar a buscar acuerdos en todo momento; no lo va a tener fácil. Pero para condicionar de modo decisivo la acción de gobierno, han de confluir varios grupos y, dependiendo de cómo lo hagan, esa confluencia, y el mismo hecho de ejercer la oposición, también conllevará un precio, porque en política, como en economía, nada es gratis.
Un tal Pérez
JUan Ignacio Pérez
El PNV no tiene mayoría absoluta y deberá
buscar acuerdos en todo momento; no lo va a tener nada fácil