Tribuna Abierta

por ramón jáuregui (*)

se dice, con razón, que gobernar es decidir y elegir entre opciones imperfectas. Urkullu, el ganador de las elecciones vascas del pasado domingo, tiene tres. La primera, probablemente la que acarician los burukides, es gobernar en solitario, sin acuerdos y, buscar las mayorías correspondientes para cada ocasión y para cada tema. La segunda, es fijar una alianza con EH Bildu, el único partido con el que puede gestar un proceso soberanista. La tercera, es buscar una alianza con el Partido Socialista de Euskadi y renovar los pactos de transversalidad con los que gobernamos hace ya muchos años.

Gobernar es decidir y, decidir es elegir. Si el PNV opta por gobernar sin apoyos, su gobierno será débil, toda la oposición endurecerá sus posiciones y la inestabilidad política impedirá afrontar los grandes retos del momento. Si optan por una alianza nacionalista, se equivocarán de objetivos y meterán al país en un camino hacia la nada. Julio Caro Baroja solía decir que Euskadi equivocaba con frecuencia sus coordenadas de tiempo y de espacio. Nuestras coordenadas del tiempo son claras, un Siglo XXI cargado de transformaciones y de incertidumbres. Nuestro espacio es España y Europa. Navegamos en ese barco y, juntos nos salvamos o embarrancamos. Los pueblos viven en contextos concretos que reclaman respuestas concretas a sus coordenadas y la opción soberanista con Bildu, la pagará el país y desgastará al conjunto del nacionalismo.

Euskadi vive tiempos de cambio y de crisis sistémica, como el mundo entero. La globalización, no solo financiera, sino especialmente la globalización productiva que ha llevado a que mil millones de personas que no producían hace 20 años, hoy sean capaces de fabricar y construir desde un coche hasta un avión, ha situado a Europa en un marco de competencia desconocido. La revolución tecnológica e Internet, cambian nuestro mundo, incluso, nuestra forma de vida. El mundo se desplaza hacia Asia y la geopolítica internacional nos plantea nuevos retos, en un mundo en el que la velocidad de los acontecimientos y la concatenación internacional de todo lo que ocurre, colocan a las naciones pequeñas en la marginalidad. Incluso Europa sufre ese fenómeno.

En este nuevo marco, no valen las viejas categorías políticas ni económicas que hemos manejado durante decenios. Es como si nos hubieran cambiado la baraja o, incluso, el tapete sobre el que se libraba la partida de nuestras aspiraciones. Bien podemos decir así que "el futuro ya no es lo que era".

Europa está en crisis y todavía no sabemos si salvará el Euro y la propia Unión. España está peor todavía, en una triple crisis económica, territorial y social, y una ola de desafecto a la política y a los partidos, nos invade a todos. Sobre este suelo de enorme preocupación, los retos vascos tienen perfiles propios. Mejorar la fiscalidad, sostener los servicios públicos, aumentar las exportaciones, ajustar las cuentas públicas, crear empresas y empleo, son tareas primordiales para una crisis larga, profunda e incierta. Gestionar el país, reconstruir nuestra convivencia, resolver los innumerables problemas de heridas tan profundas, como las que nos han producido treinta largos años de violencia, también requieren política fina y grande.

¿Con quién hará todo esto Urkullu? ¿Qué hará el PSE si nos piden ayuda? No tengo respuestas para estas preguntas, solo recomiendo que el pasado reciente, las heridas abiertas entre nosotros, no nos impidan mirar al futuro. O, que si miramos al pasado, miremos a un pasado que hicimos juntos, mejor que nadie y mejor que nunca.

* Diputado del PSOE en el Congreso

Gobernar es elegir

Si miramos al pasado, miremos a un pasado que hicimos juntos, mejor que nadie y nunca