bilbao. Habrá que convenir que no hay quien entienda a la especie humana. El soltero anhela la vida en pareja. Cuando por fin se empareja evoca la libertad de soltero. Las parejas quieren críos. Cuando llegan los críos echan en falta tiempo para ellos. Dos meses lloviendo. A ver si sale el sol de una vez. Dos días a treinta grados y dale que te pego al que llueva, que llueva, la virgen de la cueva. Esa asombrosa capacidad humana de no estar nunca satisfecho la mataselló con una frase genial, llana, el entrenador de fútbol Lucas Alcaraz, hijo de Felipe Alcaraz, exdiputado de Izquierda Unida y expresidente ejecutivo del Partido Comunista de España. Febrero de 2003. El Recreativo de Huelva, colista de la categoría, visitaba San Mamés con el entrenador más joven de Primera División al frente. Con 36 años todavía sin malear, Alcaraz concedió una entrevista telefónica a este periódico. Después de las preguntas y las respuestas, en ese tercer tiempo que vale oro, hablando de alguien -seguramente para mal-, con el bolígrafo apagado, el técnico sorprendió al periodista con algo así: "Es que ese es como la gata Flora".

-¿Cómo dices?

-Sí, como la gata Flora, que si se la meten chilla y si se la sacan llora.

Habrá definiciones más pulcras y más políticamente correctas, pero difícilmente más ilustrativas y representativas de ese inconformismo perenne. Todo esto viene a cuento de que mañana se cumple un año de la conferencia de Aiete, prólogo a la declaración tres días después de cese definitivo de la actividad armada de ETA y epílogo del principal problema que ha sufrido este país en sus últimos cincuenta años: la violencia terrorista. Medio siglo deseando hablar de otra cosa, de una Euskadi sin sangre, de un país en color, libre, sin personas con sombra doble, sin amenazas, sin chantajes, sin pistolas, con futuro, llega ese momento tan soñado y, al menos en la profesión y en los círculos concéntricos cercanos, parece raro, extraño, que no se hable de ETA en estas elecciones.

Pero no se habla. La organización terrorista no pinta nada en los comicios. Sus funestas siglas no están presentes ni por pasiva ni por activa, lo que se agradece infinitamente más. No hay que girar mucho la cabeza para ver comicios marcados por la acción macabra de ETA. En realidad, todos, salvo estos y los anteriores, las generales de 2011, lo han estado. El asesinato de Isaías Carrasco la víspera de la jornada de reflexión de las elecciones generales de 2008 quizá fuera el máximo exponente de su intrusismo vil, de su capacidad desestabilizadora. ETA ya no aparece en la campaña y no pasa nada. O quizá ese no pasa nada es que realmente sí pasa: que nadie les echa de menos, que la gente considera que es un problema del pasado, una hipoteca pagada, algo que sucedió un mal día. Pasado.

Ha volado un año pero parece una eternidad. César Ortuzar, compañero de páginas recién regresado de Galicia con las impresiones frescas, cuenta que el Prestige y su chapapote también están amortizados entre la gente de a pie. El Prestige que hoy surca las preocupaciones de los gallegos no porta fuel, porta paro, inseguridad, preocupación. En Euskadi, la ETA de hoy es la crisis, el paro, los desahucios, los recortes en educación, el descenso de prestaciones sociales, la incertidumbre...

olvido renovado Da la impresión de que cada día que pasa es más difícil, por no decir que imposible, que aquel monotema sangriento que durante demasiado tiempo lo invadió todo regrese a la actualidad. El sociólogo Ander Gurrutxaga escribió un artículo de opinión en este diario el mismo día de la Conferencia de Aiete. Empezaba así: "Las expectativas sobre el final de ETA se renuevan casi todos los días, como si la desaparición de la organización tuviese efectos catárticos en la sociedad vasca y española". Lo que desde entonces se renueva a diario es el olvido. Y lo que se achica, si no se ha cerrado ya del todo, es la rendija para que recobre el indiscutible protagonismo que tuvo.

"Con lo que han sido durante cincuenta años, cómo lo tienen que estar pasando los que queden en ETA", reflexionaba ayer un perfecto conocedor de ese mundo. Más allá de quienes padecen el problema irresoluto de presos o exiliados, ¿a quién le importa cómo lo estén pasando, lo que piensen o dejen de pensar quienes queden en ETA? La sociedad está a otras cosas. Hace tiempo que les sacó de sus preocupaciones. Hace un año, pero parece una eternidad. Y todavía hoy sorprende la forma: cincuenta años, un millar largo de muertos y toneladas de sufrimiento despachadas con 23 líneas y 346 palabras. Todo para llegar a la frase mágica: "ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada". Humberto Unzueta, jefe de Politika de este diario, tituló aquella última crónica con dos frases: "Termina el tiempo de ETA, empieza el tiempo de la libertad". Lo clavó.

La organización terrorista no aparece en campaña y no pasa nada; nadie le echa de menos; es pasado

La ETA de hoy es la crisis, el paro, los desahucios, los recortes en sanidad o educación, la incertidumbre