Gasteiz. Tras unas semanas de convulsión interna, Aintzane Ezenarro y sus compañeros del grupo parlamentario vuelven a sonreír. Han normalizado su relación personal, no la política. "Hoy, por primera vez, desde que se desató el problema Dani y yo hemos comido juntos", confiesa.

Entregará el acta de parlamentaria al final del periodo de sesiones. ¿Está incómoda en esta situación?

Estoy cómoda y con ganas de hacer cosas, aunque no es una situación que guste a nadie. Tengo muchas ganas de intentar culminar en el Parlamento Vasco tres cuestiones pendientes: que el reconocimiento y reparación de las víctimas de abusos policiales pueda ser aprobado antes de junio; el tema de la ponencia para la paz y la convivencia en el que confío en que podremos llegar a mínimos acuerdos entre todos los que quieran participar antes de que acabe junio, en ello pondré mi empeño; y la tercera cuestión es el Instituto de la Memoria para que se puedan hacer todas las políticas de memoria y de promoción de los derechos humanos.

¿Qué recorrido va a tener la ponencia para la paz y la convivencia?

Estoy convencida de que vamos a alcanzar un acuerdo antes de que finalice junio en principios básicos compartidos, tal y como se acordó en Irlanda en relación a los principios Mitchell. Pondremos las bases para que en el futuro podamos seguir debatiendo sobre las cuestiones pendientes, pero primero hay que poner un suelo ético común compartido. No se puede hacer borrón y cuenta nueva diciendo que a partir de ahora no a la violencia. Hay que decir que la violencia ha sido un error, que ha sido injusta. No solo reconocer algo tan objetivo como que ha habido víctimas, sino reconocer la injusticia de esos hechos, y de cara al futuro, poner en la cúspide de los valores los derechos humanos.

¿El PP cruzará ese Rubicón?

El PP también es otro trasatlántico que tiene que girar. Cuando algunos reclaman tiempo para que su trasatlántico gire, tendrían que tener la misma paciencia para que el otro extremo de este país también lo haga. Creo que el PP ha empezado a girar, seguramente no tanto como nos gustaría, pero el hecho de que haya votado a favor del reconocimiento de las víctimas y de que votarán a favor de esta ponencia abierta a todos los partidos políticos refleja un cambio evidente.

La adhesión del PP a la creación de esta ponencia ha desencadenado su expulsión de Aralar y la de sus otros dos compañeros de grupo parlamentario. ¿Ha merecido la pena?

No sé si la adhesión del PP precipitó esta situación que ha terminado con nuestra expulsión. Lo que sí sé es que si se llega a votar tres semanas antes la hubiéramos aprobado todos los del grupo, incluso cuando se presentó la iniciativa fue defendida por Dani Maeztu como una experiencia más que podía aportar. Hace un año planteamos la ponencia de víctimas policiales y nadie dijo que, porque no estaban otros, no se podía hablar.

Se les pidió que incorporasen al texto el concepto "sin exclusiones".

Sí, pero ¿qué diferencia hay entre decir eso o "abierta a todos los partidos políticos"? Con la incorporación de esas dos palabras tampoco se garantizaba la participación permanente de Batasuna porque ésa sólo la tienen los parlamentarios. Es el Reglamento el que impide esa participación igualitaria, pero pasa lo mismo en los plenos y, sin embargo, nadie reclama que esté en los plenos la izquierda abertzale ilegalizada. Esta ponencia ha abierto la puerta del Parlamento a los que no están en él porque fueron ilegalizados.

Bildu y la izquierda abertzale ilegalizada se han autoexcluido de esta ponencia.

Algunos se están escudando en las formas para no abordar el debate de fondo. Esta ponencia no habla de cuestiones políticas, sino que quiere abordar las consecuencias de la violencia que no se abordan en otros foros, como víctimas o presos. Y no los quieren abordar porque les molesta y les tocará hacer mucha autocrítica, porque no sólo ha habido violencia de ETA, ha habido por parte de algunos unas actitudes antidemocráticas de coacción y presión que han estado encubiertas y sobre las que alguna reflexión crítica deberán hacer. Algunos nunca hemos perdido el respeto al diferente, sin embargo otros lo han tenido por costumbre. Es un debate incómodo para ellos y prefieren llegar a las elecciones con un discurso victimista.

La ponencia no descarta comparecencias presenciales. Si se llamara a algún representante de Bildu, ¿se llevaría a cabo si el PP se opusiera?

Por supuesto. El PP tiene 13 parlamentarios sobre un total de 75 y, por tanto, no tendría mayoría.

Sin embargo, hace una semana Arantza Quiroga expulsó del Parlamento a dos representantes de Bildu invitados por EA.

Quizás porque hacía tiempo que no salía en los medios. La ponencia está abierta a todos los partidos políticos y a la misma vendrá toda persona que acordemos por mayoría. Es evidente que el PSE no le va a seguir al PP y los populares tendrán que decidir si Bildu o la antigua Batasuna acepta la invitación y participa y si le dan la espalda tendrán que explicarlo y retratarse. Si la izquierda abertzale hace su aportación por escrito, estarían de facto invitados a participar presencialmente en la ponencia. Si no lo hacen, veremos cómo lo explican ante la sociedad.

En el fondo de la expulsión están las diferencias entre la dirección y ustedes sobre la integración de Aralar en Amaiur. ¿Es muy pronto todavía?

Representábamos dos formas de ser de izquierdas y abertzale y eso no impedía que hubiera cierta colaboración, incluso electoral, en algunos momentos, pero para eso hay que compartir más que un programa político. Hay que compartir un programa político relativo a los derechos humanos. Todo el discurso que ha desarrollado Aralar en materia de derechos humanos está diluido y no lo digo por despecho. Echo en falta que se levante la voz porque los presos de la vía Nanclares todavía no han podido firmar el Acuerdo de Gernika, les han vetado. En este tipo de cuestiones Aralar está irreconocible, ha perdido su propio discurso en relación a los derechos humanos y a los hechos violentos.

¿Son suficientes los pronunciamientos de Bildu-Amaiur sobre las víctimas?

No es cuestión de ver si son suficientes o no, sino si son sinceros. En este país hace falta una reflexión crítica sobre la violencia por parte de quienes han sido acríticos ante ella y por quienes han practicado estrategias políticas como la presión y la coacción. Es evidente que ese paso no lo han dado. Cuando Batasuna dijo en el acto del Kursaal en febrero que son conscientes de que han sido "insensibles" a la violencia de ETA se sitúa fuera de la estrategia de ETA, cuando todos sabemos que ha habido una estrategia político-militar reconocida por el propio Otegi ante el juez en el caso Bateragune. Todavía no han reconocido la propia responsabilidad ante tanta violencia y no pueden escudarse en que otros tampoco lo han hecho en otros casos como, por ejemplo, el franquismo.

¿Mariano Rajoy está encarando bien la resolución del problema?

Está muy cómodo en esa posición de no moverse porque ETA ha abandonado la violencia. Pero sabe que el gran tema pendiente para el fin de este ciclo violento son los presos, más que el desarme. Debería mojarse más y acometer la dispersión de los presos, como mínimo, y, a partir de ahí, acordar entre diferentes partidos su salida progresiva y otras cuestiones de política penitenciaria. Sin embargo, se ha instalado en el inmovilismo porque no tiene prisa. Por muy fuerte que suene, este es el problema cuando se dan los pasos demasiado tarde. Y con la crisis económica que está cayendo, la prioridad de Rajoy es otra.

¿Tiene que ser una salida individualizada o colectiva?

Al contrario de lo que se hizo en Irlanda, aquí no se han pactado unas condiciones de reflexión crítica del pasado y de no volver a la violencia para poder acogerse progresivamente a los beneficios penitenciarios. Eso es precisamente lo que están haciendo los presos de Nanclares. En el escrito firmado por ellos no han pedido perdón, aunque sí han podido hacer una reflexión personal y privada que puede interpretarse como perdón. Por eso creo que el camino andado por estos reclusos se merece un reconocimiento, ya que han abierto una vía sincera que va a marcar el camino de salida de los presos. Ahí es donde cabe un acuerdo político que dé cobertura política y social a objetivizar esas condiciones para los presos. El IRA como organización pidió perdón a las víctimas y aquí ETA no lo ha hecho.