EL hombre moderado. El "candidato de consenso", decían los medios de comunicación vascos y estatales permitiéndose, incluso, prescindir de comillas. Todo el mundo lo daba por hecho. Era junio de 2008, y Antonio Basagoiti acababa de alcanzar la cúspide de la franquicia vasca del PP. Su misión: asir con firmeza el timón e intentar dar un nuevo rumbo a una nave que parecía viajar a la deriva tras la traumática salida del equipo anterior, liderado por María San Gil. El PP vasco apostaba, al menos sobre el papel, por abandonar la trinchera e intentar establecer vínculos con los menos malos del nacionalismo.
Sin embargo, no será la mesura la que marque el mandato de Basagoiti, sino más bien sus perlas dialécticas, que harán las delicias de los informadores de prensa. El agresivo discurso del PP vasco cambia no hacia la moderación, sino hacia un punto que se sitúa entre la frivolidad y la irreverencia: bromas, slogans, chistes fáciles...
Basagoiti nació en Madrid y creció a caballo entre la capital del Estado y Bizkaia, donde se estableció definitivamente tras licenciarse en Derecho en la Universidad de Deusto. Cerrada su etapa universitaria se afilió al PP, y con apenas 25 años ya era concejal en el Ayuntamiento de Bilbao, donde labró su carrera política comandando la oposición durante tres legislaturas consecutivas (1995-2008). En 2004 se convirtió en presidente de los populares vizcainos, y cuatro años después se hacía con las riendas del partido en la CAV.
Basagoiti representaba al nuevo PP, era el hombre de Mariano Rajoy en Euskadi. El presidente del PP estatal también había tenido que librar su propia guerra interna para seguir al frente del partido, pero salió fortalecido. La formación conservadora viraba hacia el centrismo, y el País Vasco no iba a ser una excepción. Antes, había que desembarazarse de María San Gil y su guardia pretoriana, anclada en su vetusta táctica de confrontación con todo aquello susceptible de ser nacionalista. Le costó, pero el "candidato de consenso" alcanzó la presidencia tras un convulso proceso en el que su predecesora en el cargo acabó fuera de la política. Los comicios al Parlamento de 2009 servirían para medir el grado de receptividad del electorado hacia la remozada oferta política.
Aunque la primera cita electoral de Basagoiti se saldó con una sangría de votos, la ilegalización de una de las cuatro grandes opciones electorales de la CAV -la izquierda abertzale tradicional- dejó en manos del PP la decisión de a quién entregar la llave de Ajuria Enea. Aunque el PNV se había anotado un notorio triunfo en las urnas, el presidente popular no pudo evitar caer la tentación de, por primera vez, abrir las puertas de Lakua al constitucionalismo.
De este modo, Basagoiti acabó entronando en Lehendakaritza al candidato de su acérrimo adversario en Madrid reconvertido en aliado político en Euskadi: el socialista Patxi López. El convenio, denominado "acuerdo por el cambio" por algunos, pacto constitucionalista por otros, se convertía en el hito del mandato del presidente popular. La alianza nacía con un objetivo marcado en rojo en su agenda: "En defensa de las libertades y contra el terrorismo". Es decir, ofensiva total contra todo aquello que fuera susceptible de guardar alguna relación con ETA. El pacto estaba blindado mientras no se alterara su razón de ser.
Todo empezó a cambiar el 20 de octubre de 2011, cuando ETA anunciaba el cese definitivo de su actividad armada. Los socialistas empezaron a modular su discurso mientras el partido de Basagoiti persistía en su enroque, fiel a las directrices que le llegaban desde Madrid. Cuestiones como el acercamiento de presos o los verificadores empezaban a distanciar a los dos socios en un campo, el de la pacificación, que era la piedra angular de su acuerdo.
Un mes más tarde, las urnas otorgaban una contundente victoria en Madrid al PP. Tras la debacle electoral, el cargo institucional de Patxi López era uno de los pocos asideros de los que disponía un PSOE en pleno hundimiento. Y el pacto empezó a resquebrajarse. El lehendakari se convirtió, de la noche a la mañana, en la punta de lanza de la oposición al Gobierno español. Su campaña de hostigamiento arrancó cuando el Gabinete Rajoy apenas había echado a andar, y fue creciendo en intensidad según iban pasando las semanas, sobre todo a costa de los recortes impulsados desde Moncloa. López ataca a su adversario político en Madrid, pero al mismo tiempo está hiriendo a su socio en Euskadi.
Basagoiti, enfurecido, reacciona mandándole callar. A su manera. Atacando al lehendakari en lo personal: "mamporrero", "dirigente de cuarta", "está dejando de tener cara de lehendakari"... La escalada de descalificaciones alcanzó su cúspide cuando el presidente del PP intentó desacreditar a López mofándose de su curriculum, ya que es "peor que el de Homer Simpson" y porque "no tiene fama de ser muy laborioso".
Le perdieron las formas, llegó a reconocer el propio Basagoiti, pero el mensaje dirigido a López estaba claro: el PP exigía el cese definitivo de su actividad como ariete de la oposición. El lehendakari hizo oídos sordos. El pacto se desmoronaba. El propio Basagoiti certificó ayer el derrumbe del acuerdo que nació destinado a "cambiar" Euskadi.