Tal día como ayer, el 10 de enero de 1980, ETA asesinaba a Jesús Velasco, militar y jefe del Cuerpo de Miñones. Exactamente veintidós años después, ayer, Euskadi celebraba el primer aniversario del alto el fuego decretado por ETA que abría la puerta a su definitivo adiós.

Más de dos décadas jalonadas de dolor separan estas dos efemérides que la historia, caprichosa, ha acabado uniendo. Y coincidiendo con esta fecha, la Diputación Foral de Álava quiso rendir un sentido homenaje a la memoria de esta tragedia que ahora promete escribir su epílogo situando al propio Velasco, a su viuda, y por elevación al conjunto de las vidas truncadas por ETA, en el centro del corazón de los presentes.

La práctica totalidad de lo que queda del cuerpo de Miñones -medio centenar largo de agentes- lucía sus galas en perfecta formación al pie del Palacio de la Provincia para recordar al compañero caído. De alguna manera, el homenaje también era para ellos, cuya abnegación glosó el diputado general, Javier de Andrés, que se permitió dejar caer que "si hubiera sido el cuerpo de otra provincia", hoy no sería una mera sección de la Ertzaintza sino su cuerpo y su alma. Los sones del Agur Jaunak sonaron siguiendo a las campanadas de las doce. El salón de plenos esperaba abarrotado. Era la hora de reforzar la memoria de una parte del dolor sufrido, que ahora busca ver por fin escrito el punto y final.

escribir la historia Ana Velasco, la hija de aquel hombre "comprometido con Álava", como le recuerda entre la bruma de su infancia, rompió el hielo luchando contra una garganta a la que no permitió romper a llorar. Ante la "cobardía terrorista", contrapuso el papel de las víctimas como dique para resistir los intentos por "alterar y pervertir la verdad". Era su forma de abordar la cuestión del relato del conflicto; la explicación de las causas y consecuencias que siempre se disputa en toda reconstrucción de la paz. Y su posición fue clara: "Han alterado el curso de la historia, pero no deben ser ellos los que la escriban".

De Andrés tomó el relevo acentuando el perfil político al asegurar que, aunque quizá "hubiera sido posible otra paz", con concesiones, las víctimas garantizaron que se llegara a ésta "sin renuncias".

Pero, además de a Velasco, el acto también era un homenaje a su viuda, Ana María Vidal-Abarca, cofundadora de la AVT, cuyo "destacado papel en la lucha contra el terrorismo" se reconoció con una placa. "Nuestro afán más ferviente, a lo que nunca vamos a renunciar, es al derecho a la justicia", a lograr "una verdadera libertad", colgó, siguiendo emocionada la estela de su hija. Y los aplausos cerraron el acto en el que, junto a las muchas y variadas presencias de partidos e instituciones, destacaron la ausencia de Bildu y la del más reciente exinquilino del palacio, Xabier Agirre, que no completó la delegación de su partido.