Vitoria. Carlos Urquijo regresó ayer al cargo de delegado del Gobierno español en la CAV que ya ocupara fugazmente al término del mandato de José María Aznar. Y lo hizo arropado por representantes de la vieja guardia del PP como el eurodiputado Carlos Iturgaiz y con un claro objetivo en mente que se convirtió en toda una declaración de intenciones: "transmitir al conjunto de la sociedad vasca lo mucho que recibe del resto de los españoles"; "que el País Vasco no sería hoy lo que es sin España entera".

La elección de Urquijo para ejercer este cargo salió directamente del despacho del presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti, -ayer ausente por una gripe, según excusó el propio protagonista del acto-. Y su decisión no ha estado exenta de polémica por cuanto la designación de este ortodoxo del viejo discurso popular podría chocar con el moderantismo que se había instalado en la cúpula del nuevo PP vasco. Quizá por eso, Urquijo comenzó su intervención agradeciéndole "de manera singular" haber puesto este cargo en sus manos. Sin embargo, pronto demostraría por qué su elección hizo saltar las alarmas de los defensores de un PP cada vez más vasquista y capaz de tumbar las barreras que le separaban de parte del electorado vasco, al forjar su discurso en la fragua de la "nación" y de "España"; los dos términos con los que marcó el paso que llevará en su esfuerzo por hacer que los ciudadanos vascos se percaten de "en cuántas ocasiones nuestra prosperidad es fruto del esfuerzo y la solidaridad del conjunto de los españoles". "Es bueno recordar que gracias a ello, por ejemplo, nuestros jubilados cobran cada mes su pensión, o los desempleados su correspondiente prestación", reiteró.

Lanzado a sacar brillo al servicio que la Administración del Estado presta a los vascos, el ya exparlamentario -su escaño lo ocupará el alcalde de Baños de Ebro, Roberto Blanco- pasó de puntillas sobre la "nueva etapa" abierta tras el adiós de ETA. Apenas una reivindicación del papel del PP vasco como "motor del cambio" y un llamamiento global a "consolidar" este tiempo "sin bajar la guardia" le guiaron hasta citar las "dos referencias" que a su juicio han sido la clave para llegar a este escenario: las víctimas, como "referente" y "estímulo" y la "abnegación" de unas fuerzas de seguridad a las que agradeció la llegada de "un nuevo tiempo de esperanza y libertad para esta tierra vasca y española". Más allá de esto, con Alberto Ruiz Gallardón ejerciendo de maestro de ceremonias y ante sendas delegaciones de las instituciones públicas y la judicatura -a las que se sumó la sorprendente presencia del jeltzale Javier Balza, durante años enemigo íntimo de Urquijo-, su discurso sólo reservó un hueco a un velado llamamiento a la cooperación dirigido al Gabinete López para evitar las temidas "duplicidades" entre las administraciones.