vitoria. "Ya está". Con estas dos simples palabras resumió ayer en Vitoria el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, los nuevos tiempos que corren en Euskadi tras el fin de ETA, un mensaje que tenía un destinatario muy concreto: los empresarios vascos. Nadie discute que la situación económica va a ser el factor clave en unas elecciones que muchos dan por decididas, y una vez que se ha acabado el terrorismo -diciendo sin decir, en cumplimiento del pacto tácito con el PP, los socialistas también se cobraron su parte de mérito en el cese de ETA-, toca transmitir confianza a un sector amenazado por el terrorismo durante cuarenta años y por la crisis en los últimos cuatro.
Rubalcaba vino ayer a Euskadi a tratar de cobrarse votos entre un empresariado, el vasco, ligado tradicionalmente al PNV y en mucha menor medida al PP, y al que trató de convencer asegurando que no abaratará el despido, pero sí la contratación y la formación, que su modelo productivo huirá del ladrillo, y que pedirá a Europa que afloje su exigencia de recortes para favorecer la inversión. Y que castigará a los bancos, que también son la bestia negra de muchos empresarios a quienes se les ha cerrado el grifo del crédito.
No se trataba sólo de buscar votos entre los empresarios, también de relacionar a un PSOE muy necesitado de credibilidad en lo económico con los valores que tradicionalmente se han asociado al tejido productivo de la CAV.
Enfrente contrapuso a un Mariano Rajoy que, según la principal tesis de campaña de los socialistas, oculta su programa con sus "estruendoso silencios" y sólo habla de empleo "pero no dice de dónde va a sacar los recursos", como señaló el lehendakari López. "No pueden pedir gobernar España sin decir qué van a hacer", añadió el candidato a presidente del Gobierno.
"Antes veníamos a Euskadi a pedir la paz, ahora a decir que su modelo es el mejor; los empresarios me dijeron en el Kursaal -se reunió con ellos en Donostia tras el anuncio de ETA- que tratan de no despedir, que cuidan al trabajador porque lo han formado", insistió Rubalcaba. Por la misma senda transitó el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, quien afirmó que "los industriales vascos representan el modelo que tenemos que aplicar en España, queremos que España sea así, Euskadi es como Alemania para Europa". Por contra, el PP quiere "volver a la caverna, a una fórmula de crecimiento con pies de barro".
Prueba de que el mensaje de ayer tenía un destinatario muy preciso es que Rubalcaba pidió a Angela Merkel que impulse la propia economía de Alemania, el gran comprador de los productos que fabrican los empresarios vascos. "Si Alemania no crece, Euskadi no crece, y si Euskadi no crece España tampoco", afirmó.
sanidad y educación Pero Rubalcaba no pierde de vista que su principal nicho de votos se encuentra entre los trabajadores indecisos, y por ello no faltó la mención al impuesto a las grandes fortunas que defendió el lunes ante Rajoy y la promesa de mantener el Estado del Bienestar, porque "los que han perdido el empleo no han hecho nada", no tienen la responsabilidad de la crisis. Rubalcaba avisó de que en el Reino Unido, en "dos o tres años de thatcherismo se cargaron la mejor Sanidad del mundo para treinta años", y aseguró que "la privatización es el cáncer definitivo" para la atención sanitaria y para la Educación.
El lehendakari López, por su parte, extendió ese prestigio gestor de los empresarios vascos a su propio Gobierno y afirmó que mientras la Comunidad Valenciana paga sus facturas a tres años, en Euskadi la media es de sesenta días, ochenta en el caso del más problemático gasto farmacéutico.
Al margen de la economía, los socialistas también tuvieron un recuerdo para las víctimas del terrorismo, con Natividad Rodríguez, la viuda de Fernando Buesa, sentada en primera fila ante Rubalcaba. "El PP nos ha enfrentado a las víctimas y cuando reconocen que se les ha derrotado sin concesiones no tiene la gallardía de pedir perdón, especialmente a Alfredo", dijo el lehendakari, secundado por un Jáuregui para quien Rubalcaba fue "generoso" al afirmar en el debate televisivo que "la victoria es de todos". El propio candidato, tras fundirse en un abrazo con Rodríguez, alabó "la unidad por la que tanto hemos tragado" y recordó que "las víctimas siguen sufriendo".