vitoria. "Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios". Si a diario es difícil que cualquier dirigente siga el consejo de su colega Abraham Lincoln, en una agitada campaña electoral como la que ayer comenzó resulta imposible.
Es tiempo de respuestas ante la situación económica más crítica del presente siglo; de promesas para generar empleo, con Euskadi lastrada por 142.601 vascos sin trabajo; de fórmulas para revitalizar el sueño de una convivencia pacífica y normalizada que ha posibilitado más que nunca el cese de la actividad armada de ETA, un anhelado anuncio que marcó el inicio oficioso de la campaña; de pocas dudas sobre quién tomará las riendas del Estado en Madrid y de algunas más sobre cuál será la primera fuerza que arrojarán las urnas en la CAV el 20 de noviembre.
Empiezan dos semanas cargadas de ideas, proyectos, recetas y críticas, muchas críticas hacia el adversario directo. Mismo campo de juego, pero diferentes ligas. Socialistas y populares vascos avanzaron ayer en el banderazo de salida electoral el eje vertebrador de su mensaje: donde, en el primer caso, el fin de ETA y sus optimistas consecuencias ocuparán muchos minutos de campaña, frente a la estrategia del PP en la que la economía y los números que arrojan los siete años de Gobierno Zapatero sirven de lanzadera de lujo a Rajoy.
La liga 'doméstica'
El nacionalismo
La otra liga es el torneo doméstico, el que determinará que fuerza sin parientes madrileños seduce al mayor número de las 250.741 almas vascas con derecho a voto. El PNV es la historia, la institucionalización oficiosa del agente negociador en las Cortes Generales que aspira a reeditar su condición de socio o enemigo decisivo para el gobierno español de turno.
Iñigo Urkullu eligió ayer Vitoria para dar el banderazo de salida a la campaña electoral, la capital de un territorio donde las primeras estimaciones ponen en duda el escaño que Emilio Olabarria ha defendido en el Congreso de los Diputados durante más de dos décadas. El PNV se volcó con su candidato alavés y comenzó por marcar distancia con respecto a la izquierda abertzale, poniendo en valor la representación jeltzale en la capital española.
El deseo soberanista del PNV no es el mismo que defiende Amaiur. Urkullu se encargó de aclararlo frente a los simpatizantes peneuvistas, quienes escucharon el espíritu del nuevo estatus político que vertebra el proyecto político jeltzale y cuya fecha de ejecución es 2015; o lo que es lo mismo, el final de la siguiente legislatura en las Cortes Generales que se elegirán el día 20.
No fue ésta la única mención del dirigente jeltzale a la izquierda abertzale. En una intervención matutina, Urkullu rechazó que su partido tema perder influencia por el regreso de esta corriente a las elecciones generales. Es más, según manifestó en el desayuno informativo que protagonizó en Madrid, la pérdida del grupo parlamentario propio que ahora presenta el PNV -son necesarios cinco diputados- no pasa por la cabeza de los responsables de Sabin Etxea.
Y tres horas antes de que el líder jeltzale cerrará la precampaña en Vitoria, en esta misma ciudad el candidato de Amaiur por Álava, Iker Urbina, dio el paso definitivo a la política con un primer mitin en clave soberanista. El abogado felicitó a la sociedad vasca por lograr las primeras elecciones "sin impugnaciones" de la última década, a pesar de recordar que este síntoma de normalización no es pleno por el "amplio sector político de la sociedad vasca que sigue ilegalizado".
Miembros de Aralar, EA, Alternatiba e independientes -todos juntos pero en corros diferentes- acompañaron al joven político en esta andadura que aportó la originalidad de sumar a la intervención de Urbina una sesión de bertsolarismo y pelota en la céntrica Plaza de Los Fueros de la capital gasteiztarra.
El acto fuerte del día trasladó a los principales líderes de Amaiur a Portugalete, donde también el soberanismo y el "respeto" a la decisión del pueblo vasco protagonizó el inicio de campaña. Por la mañana, la coalición abertzale ofreció sus recetas en el ámbito económico, con el objetivo de que la autodeterminación también se amplíe a este ámbito y no se limite a una reivindicación política. Ayer conocimos un esbozo de este modelo, cuyos mimbres son un aumento del "ridículo" salario mínimo interprofesional y prohibir los despidos colectivos.
La lucha por el gobierno
Un paréntesis en la sintonía
El arranque electoral llevó al lehendakari a San Sebastián, donde empezó describiendo el nuevo escenario "sin amenaza" tras el último comunicado de la organización terrorista. El tiempo de "paz" que Patxi López parece dispuesto a llevar como lema de campaña también implica críticas a la izquierda abertzale por ansiar la "construcción nacional" frente a la "construcción social" por la que abogan los socialistas.
El jefe del Ejecutivo autonómico también asumió la grave crisis -"como no habíamos conocido nunca"- que pesa cual losa en las aspiraciones de su partido para reeditar el Gobierno español. Consciente de esta circunstancia, optó por lanzar un mensaje optimista para sus seguidores en el que el lehendakari pidió ayuda para "dar la vuelta a las encuestas" y anteponer el "modelo Rubalcaba" al "modelo Rajoy".
Mientras, en Vitoria se hablaba de "empleo, empleo y empleo", como enfatizó el cabeza de lista por Álava al Congreso, Alfonso Alonso, quien llegó tarde a la cita por colaborar en la preparación del debate que enfrentará el lunes a Rajoy con Rubalcaba. A través del territorio alavés, los populares vascos pretenden colaborar en el espaldarazo que su líder necesita para aglutinar una mayoría absoluta. Ramón Rabanera, candidato al Senado, lo definió con nitidez frente a su parroquia. "Ganar, pero como hay que ganar", lo que tradujo en la obtención de dos diputados y tres senadores en Álava y la mayoría absoluta en el ámbito estatal.