apoco que se pulse la realidad de la calle, resulta muy cierto el resultado de la encuesta de urgencia al señalar que la ciudadanía vasca ha acogido el cese de la actividad armada de ETA con cautela y, a lo más, con una satisfacción contenida. No ha habido expresiones públicas de alegría, ni brindis colectivos, ni claxons eufóricos. Quizá, en el fondo, pesó sobre el ánimo de la sociedad vasca la amargura de un sufrimiento tan prolongado como inútil y un poso de fracaso absolutamente descompensado con el dolor soportado.

Al anunciar su final definitivo, ETA no ha podido renunciar al estilo épico que ha fascinado a tanta juventud vasca durante 50 años. La realidad, sin embargo, evidencia un inmenso fracaso, un decepcionante y desolador error basado en un proyecto totalitario que fue rebajando sus reivindicaciones a medida que la sociedad vasca le iba dando la espalda. De derrota en derrota, no hasta la victoria sino hasta el descalabro final. Entre medio, 50 años de sufrimiento, desolación y ruina moral allá donde ETA estuvo presente.

En 1967, la V Asamblea de ETA aprobó la defensa irrenunciable de una Euskadi "independiente, reunificada, socialista y euskaldun". La organización hablaba del ejercicio de autodeterminación como un derecho inherente al "pueblo de Euzkadi"; abogaba por una ideología y conciencia de clase y apelaba a una "Revolución Vasca" para lograr sus objetivos. Nada menos.

En defensa de tan maximalista reivindicación, y hasta la primera revisión de su posición ideológica resumida en la Alternativa KAS, ETA había asesinado a una veintena de personas y había sufrido las bajas de media docena de militantes.

En 1976, ETA ampliaba su cobertura de fuego a todos los estamentos de la sociedad, en nombre de las reivindicaciones de KAS: "Amnistía total para los presos políticos y regreso de los exiliados; legalización de todos los partidos políticos, incluidos los independentistas; salida de Euskadi de la Policía y de la Guardia Civil; adopción de medidas para mejorar las condiciones de vida de las masas populares y especialmente de la clase obrera y, en quinto lugar, un Estatuto de Autonomía que abarque, entre otros requisitos, el reconocimiento de la soberanía nacional de Euskadi y derecho de autodeterminación, incluido el derecho a la creación de un Estado propio, y los poderes suficientes para que el pueblo vasco pueda dotarse de las estructuras sociales, políticas y económicas que considere más convenientes para su progreso".

Es preciso hacer notar que el impulso armado iniciado en la V Asamblea de ETA se había ampliado y diversificado en varias direcciones ideológicas que campaban bajo distintas siglas. ETA m, ETA pm, ETA VIII, CCAA, recurrieron con más o menos intensidad al asesinato, al secuestro, al chantaje, en definitiva, al terror, durante casi veinte años. En esta danza macabra de siglas y proclamas salvadoras del pueblo vasco a sangre y fuego, no hay que olvidar a una élite de activistas que se especializaron en el tiro en la rodilla al empresario y el tiro en la nuca al cargo político enemigo. Élite, por cierto, reciclada y conversa, que hoy no solamente reniega de su pasado sino que procura evitar que nadie se entere de sus hazañas pretéritas porque hoy algunos de ellos incluso ocupan altos cargos y mando en plaza.

En 1995, ETA suaviza sus exigencias y presenta su Alternativa Democrática basada en la necesidad de impulsar una "solución negociada" entre ETA y el Estado español, y la necesidad de alcanzar un acuerdo entre las fuerzas vascas. Ello no impidió a "la vanguardia" mantener su intensidad de tiros y bombas, mientras la "retaguardia" se aplicaba a socializar el sufrimiento devastando la convivencia ciudadana con la kale borroka.

En 2005, ETA acepta el planteamiento de la izquierda abertzale en Anoeta en favor de las vías exclusivamente políticas y democráticas dando paso al proceso de conversaciones de Loiola. Su empecinamiento en el tutelaje de ese proceso acabó por desbaratarlo en la T-4. Fue el principio de su final, anunciado el 20 de octubre, con la única y modesta reivindicación de dialogar sobre "las consecuencias del conflicto".

Ésta ha sido la estación término. En el trayecto, según los datos recientemente aportados por la asociación Argituz, quedan:

- 829 personas asesinadas por ETA en sus distintas variantes.

- 2.600 personas heridas por ETA en sus distintas variantes.

- Entre 164 y 251 personas asesinadas por la Policía o parapoliciales.

- Entre 956 y 1.012 heridas graves por la Policía o parapoliciales.

- 30.000 personas detenidas.

- 7.000 denuncias de tortura.

- 70 personas secuestradas.

- 3.761 actos de violencia callejera.

- 2.000 personas necesitadas de escolta.

50 años de dolor, miseria moral, empobrecimiento y vergüenza internacional.

PARA NADA.

Trágica historia de un fracaso

Con la venia

por PABLO MUÑOZ