tinduf. Con más de 15 años de cooperación a sus espaldas en países en conflicto como Angola, el Congo o Chad, Alberto Jiménez, de 47 años de edad, casado y padre de tres hijos, llegó al Sahara en enero para coordinar la base de transportes que reparte la ayuda alimentaria a los campos de refugiados. Sus planes son regresar el miércoles a su Olite natal.
¿Estaba cerca del lugar donde se produjo el ataque?
Sí, muy cerca. Son como dos recintos de apartamentos contiguos, como pequeñas casitas, paralelos. Desde donde estaba yo hasta donde se produjo el secuestro se tarda en llegar medio minuto corriendo.
¿Qué estaba haciendo?
Me estaba metiendo a dormir, porque eran las 12 en punto de la noche. Recuerdo que me estaba acostando en la cama cuando escuchamos los disparos. Entonces volví a ponerme las botas y salí fuera a ver qué ocurría. Me encontré a los guardias desencajados. Le pregunté a uno qué pasaba y no fue capaz de responderme, pero se veía que algo grave había pasado.
Al conocer que desaparecieron los tres cooperantes, ¿cómo reaccionaron?
Se te vienen a la cabeza muchas cosas, sobre todo, la familia. Son cosas que ocurren a veces en el mundo de la cooperación.
¿Conoce a los cooperantes que fueron secuestrados?
Con Rosella había estado en su casa veinte minutos antes del ataque. Yo me marché de su casa a las 23.40 horas. Habíamos estado cenando un grupo de cinco amigos en su casa. Veinte minutos después ocurrió toda esta desgracia. Es muy lamentable.
¿Cómo pasaron la noche?
Pasamos la noche en vela. Hubo muchas comunicaciones, mucho rumores... Los cooperantes de aquí estaban afectados. Incluso hoy hay gente aturdida todavía. Estamos muy decaídos. El ambiente ha bajado mucho. Esperamos noticias para ver si los encontraban, a ver si aparecían... Pero aquí no ha dormido nadie en toda la noche. Además, hemos estado todos los cooperantes juntos.
¿Cuántos cooperantes son?
Seremos unos 20 ó 25 aquí, en Rabuni. Aquí no hay un campamento como tal. Es la capital administrativa. Están los ministerios, el Gobierno, la casa del primer ministro...
¿Qué les han transmitido las autoridades diplomáticas españolas?
Hemos tenido un diálogo permanente con ellos, con Argel. Han estado pendientes toda la madrugada de nosotros. Se ha hablado de un reagrupamiento de todos los cooperantes. De hecho, ya han empezado a llegar cooperantes que estaban trabajando en otros campos. Ahora los estamos realojando.
¿Qué medidas se van a adoptar en torno a la seguridad?
Nos han dicho que van a reforzarla, que van a poner en marcha medidas mucho más estrictas. Hace un mes ya tuvimos una reunión donde nos dijeron que con todo lo que estaba pasando en Libia, podía haber problemas, porque la situación en la zona es más inestable. Los saharauis siempre nos han dado mucha protección. Estamos sorprendidísimos con lo que ha pasado.
¿Cómo cree que puede repercutir este ataque sobre la cooperación en el Sahara?
La cooperación no puede cambiar, porque la gente que hay aquí son 150.000 personas totalmente necesitadas. Quizá haya que cambiar las formas de hacer cooperación, pero la cooperación no. Esto es un auténtico erial, un desierto donde no hay nada.
La esperanza de que puedan regresar los cooperantes sanos y salvos, supongo que sigue intacta.
Por supuesto. Estuvimos toda la madrugada en vela. Esta mañana han hecho una reunión las autoridades y aquí estamos esperando a ver si se resuelve esto pronto, pero lo que parece es que la solución va a ser a largo plazo.
¿Qué le transmitió su familia al conocer lo ocurrido?
Mi familia está adaptada a mi vida de cooperación. En otras ocasiones me han pasado cosas parecidas a ésta. Pero para la familia siempre es una preocupación, porque la vida de cooperante es muy dura y cosas como éstas pasan. Aunque aquí nadie lo preveía y ha ocurrido. Nos ha pillado de sorpresa; nadie se pensaba que algo así podría pasar aquí.