La férrea negativa de Javier Rojo a facilitar la llegada de Ramón Rabanera al Palacio de la Provincia, hasta que entró en juego Ferraz, o la certidumbre sobre su nombramiento que exhibió Txarli Prieto tan sólo días antes de asistir al Pleno en el que Xabier Agirre alcanzó la makila de gobernante, son sólo dos ejemplos de los intensos tiras y aflojas que pueblan las hemerotecas en relación con la pugna electoral alavesa.
La historia reciente de las elecciones forales son un claro ejemplo de que la política, al menos cuando se acerca la cita con las urnas, consta de dos partes fundamentales: convencer al electorado para conciliar el mayor número de apoyos y destacar en la capacidad negociadora ante la falta de mayorías suficientes para garantizar la investidura del candidato de marras y la estabilidad del Gobierno foral.
Este segundo supuesto es ya tónica general en Álava, donde el equilibrio entre PNV, PSE y PP y las pertinentes especulaciones negociadoras han alcanzado cotas dignas del mejor realizador de películas de suspense. Para muestra, un botón: los comicios de hace cuatro años ofrecieron a los populares la condición de partido más votado, pero tan sólo a 129 votos de la plancha socialista y a 610 del aspirante jeltzale. En un pañuelo. Finalmente fue el candidato del PNV, Xabier Agirre, quien se llevó el gato al agua.
Tampoco supuso una novedad que el bastón de mando no acabara en manos del aspirante capaz de acumular mayor número de sufragios. Los nacionalistas experimentaron en carne propia esta sensación cuando el jeltzale Álvaro Iturritxa, hoy número dos en la plancha municipal encabezada por Gorka Urtaran, perdía sus opciones de gobernar, a pesar de haber triunfado en las urnas, tras comprobar que socialistas y populares dejaban a un lado sus discrepancias para mantener a Rabanera al frente de la Diputación.
La realidad no ha variado demasiado. La cita con las urnas que hoy congregará a los alaveses frente a las papeletas ofrece un anticipó vía encuestas que vuelve a poner de manifiesto la concordancia de apoyos entre las tres fuerzas con posibilidades de gobernar. Así, dos son las principales incógnitas que cercan estos comicios territoriales: quién será el ganador en las urnas, un interrogante que se desvelará esta misma noche y, en segundo lugar, qué pactos se fraguarán para formar gobierno. Esta última cuestión tardará algo más en esclarecerse porque las opciones son variadas.
Como ya ha quedado de manifiesto, el candidato que logre el mayor número de sufragios no tiene asegurada, ni mucho menos, su entrada en la Diputación Foral, a diferencia del Ayuntamiento de Vitoria donde en la historia democrática de la ciudad siempre ha liderado el equipo municipal quien más votos recibía en las urnas. Ahora bien, el abanico que a priori ofrecen las posibilidades negociadoras parece estar más abierto que nunca.
Mantener la fórmula actual, con los jeltzales y socialistas ofreciéndose respaldo mutuo en el Consistorio gasteiztarra y la entidad foral dependerá, en primer lugar, de si ambos logran reeditar sus puestos cabeceros. El que más difícil parece tenerlo, según los sondeos, es el alcalde Lazcoz, lo que deriva en la primera pregunta: ¿Si el PSE no gobierna en el Ayuntamiento de Vitoria apoyará al PNV en la Diputación? La moneda de cambio puede estar al margen de las instituciones y ligada a la Caja Vital, pero hoy por hoy es una incógnita.
La segunda variante, nada descabellada, reside en la ampliación del pacto por el cambio que PSE y PP rubricaron tras las elecciones autonómicas de 2009. En este escenario, la sintonía de ambas formaciones podría ser suficiente para materializar un reparto de las dos principales instituciones alavesas. Los palos en las ruedas de esta receta se centran en la mala relación que los dirigentes territoriales de los dos partidos han puesto de manifiesto en más de una ocasión, pero en esta variable también tienen intervienen las sedes centrales. Por lo tanto, está por ver el margen de maniobra que Ferraz y Génova ofrecen a sus compañeros de partido en Álava.
En un tercer lugar aguarda la tentativa que podrían ejecutar las formaciones nacionalistas. Con los socialistas y populares alejados de la esfera negociadora de Bildu, la fuerza emergente podría convertirse en aliada de Xabier Agirre, quien no ha cerrado las puertas a ningún compañeros de viaje siempre que existan afinidades programáticas suficientes.
La experiencia del diputado general en el campo de las alianzas no ha sido positiva en la última legislatura, ya que si bien es cierto que junto a Eusko Alkartasuna y Aralar logró conformar un tripartito capaz de encauzar la estabilidad de la institución, con el paso del tiempo estos compañeros de viaje decidieron descolgarse de las labores gubernamentales.