Corría el año 1968 cuando el dictador Francisco Franco acudió a un acto que albergó la Catedral Nueva. A las puertas de la seo debían esperarle los integrantes del grupo de danzas municipal para acompañarle en su entrada con el tradicional pasillo de arcos. Pero Franco se quedo sin arcos. Encabezados por un adolescente de nombre Xabier y de apellido Agirre, los jóvenes dantzaris dieron con la puerta en las narices al jefe del Estado, una acción que les costó la expulsión de las actividades consistoriales.
Esa capacidad de liderazgo ha acompañado al actual diputado general y candidato a la reelección desde su más tierna infancia, según revelan compañeros de colegio. Fue el primer delegado de su clase en su etapa de Bachiller y, a pesar de su menuda presencia, "nunca rehuía el cara a cara", recuerdan.
Su incorporación a la asociación excursionista Manuel Iradier marcó un antes y un después en su vida. De su padre, Pablo, conoció la realidad nacionalista, que fue germinando en su interior en las cimas alavesas. Compartió excursiones con otros dirigente jeltzales -y luego miembros destacados de Eusko Alkartasuna- como Patxi Ormazabal y Joseba Azkarraga. Todos estos pipiolos escuchaban las historias y recuerdos de gudaris que vivieron en carnes propias la tiranía franquista. Su vocación no tenía marcha atrás.
Aseguran sus allegados que ha militado en el PNV "desde que Franco era cabo", un partido que es parte de su vida y en el que le ha tocado tragar más de un sapo. Como el delicado periodo que lidió desde la presidencia del Araba Buru Batzar a mediados de los ochenta, el punto más crítico de la historia reciente de los jeltzales con la fractura del partido tras la escisión que derivó en el alumbramiento de Eusko Alkartasuna.
Forjado en la cruzada de reflotar el partido, continuó su andadura política en las Juntas Generales de Álava como paso previo a su nombramiento de viceconsejero de Interior. Durante nueve años desempeñó estas funciones hasta regresar al ABB y, en 2004, ingresar en la bancada del PNV en el Parlamento Vasco.
Las urnas y la incapacidad de populares y socialistas -las dos listas más votadas, aunque con un escaso margen de 169 votos, en el primer caso, y de 610, en el segundo, sobre la tercera plancha, liderada por Agirre- catapultó al dirigente jeltzale al Palacio de la Provincia hace cuatro años. En este periodo ha tenido la oportunidad de conocer de cerca los problemas y la demandas de los alaveses, reclamaciones que hoy en día prácticamente confluyen en un grito único pidiendo empleo.
Y es que los casi 25.000 parados que suma el territorio alavés se han convertido en el principal caballo de batalla de Agirre. El planteamiento de soluciones eficaces, al calor de la tenue recuperación global, será determinante para granjearse el apoyo de la sociedad, aunque sin perder de vista el peso que tendrán en las urnas las presuntas tramas de corrupción protagonizadas por dirigentes del PNV alavés.
Su círculos más próximos aseguran que pocas cosas le quitan el sueño, aunque a pesar de su afán por dejar el cargo en la Diputación cuando acude a cenar al txoko junto a su cuadrilla, todo lo acontecido en torno al caso Miñano "se le notaba". "Estaba más callado y menos alegre que en otras ocasiones", apuntan.
Ahora centra su atención en la cita electoral que, a buen seguro, no ofrecerá al vencedor en las urnas la mayoría suficiente como para gobernar sin aliados. Ésa será la siguiente misión y Agirre ya ha avisado de que estará abierto a hablar con "todos" los partidos para negociar un futuro que garantice la gobernabilidad y estabilidad del territorio.
Las citas determinantes de este año no terminan aquí para Xabier Agirre. Al final del ejercicio e inicios del próximo, el PNV alavés someterá a sus dirigentes internos a la elección entre las bases, una cita donde el actual diputado general volverá a prestar sus servicios al partido en el que se ha convertido en un agente fundamental para Álava.