Fue todo un espectáculo ver a los eximios dirigentes del PP vasco Antonio Basagoiti, Arantza Quiroga, Borja Semper e Iñaki Oyarzábal desfilar en enardecida biribilketa entre los gritos y pancartas pidiendo la dimisión de Zapatero y acusando al Gobierno socialista de complicidad con ETA. Lo más granado del apreciado socio preferente sacudiendo estopa al jefe del lehendakari López. A estas alturas no valen ingenuidades. El presidente del PP vasco, su secretario general, la presidenta del Parlamento de Gasteiz y el secretario general de los populares guipuzcoanos, así como sus acompañantes de base que se desplazaron a Madrid el pasado sábado sabían de sobra que el acto convocado por la AVT iba a ser visceralmente radical en sus expresiones y abiertamente electoral en sus intenciones. Basagoiti, Quiroga, Oyarzábal y Semper estaban al cabo de la calle respecto a la prevista derivación de lo que iba a ocurrir, porque había precedentes. Sabían que iban a compartir pancarta, calle y consignas con el más casposo facherío, desde la derechona de toda la vida hasta la aguerrida Falange Española. Al PP de Fraga, de Aznar, de Esperanza Aguirre, de Mayor Oreja, de Acebes, de Rajoy incluso, nunca le ha preocupado desfilar con tan indeseable compañía, porque saben que de ese caladero también pescan votos. Lo incongruente, habiendo lo que hay, es que esa ilustre representación de su sucursal vasca se hubiera sumado a una procesión en la que no se cargó ni un solo minuto contra ETA y, por el contrario, se prodigó con la más desvergonzada belicosidad contra el partido que gobierna en España. Contra el partido, a fin de cuentas, a quien sustentan en la Comunidad Autónoma Vasca a cambio de una generosa provisión de altos cargos.
Un veterano gudari me contaba que, tras el golpe de Estado de Franco, sofocado el intento de rebelión en los cuarteles de Loyola, en Donostia, formaban filas los primeros contingentes militares en defensa de la República. Una compañía de voluntarios nacionalistas vascos desfilaba junto a otra de milicianos anarquistas y comunistas. Un soldado nacionalista le comentaba preocupado a un compañero: "¿Con estos vamos a ir?". El otro le respondió: "No, hombre, tranquilo. Ellos vienen con nosotros". Salvando las evidentes diferencias y circunstancias históricas, es lo que tienen los matrimonios de conveniencia; o de fortuna; o de simple y puro aprovechamiento.
No sería raro que las bases del PSE se plantearan esa misma pregunta cuando sus dirigentes decidieron llegar al poder apoyados en semejantes socios preferentes. Tampoco sería extraña la respuesta: "Nosotros no vamos con el PP, ellos vienen con nosotros". Ajuria Enea bien vale una incoherencia. Y ahí siguen. López lehendakari del PSE y sus socios preferentes arreando estopa al PSOE en cuanto cruzan el Ebro.
La manifestación de la AVT el pasado sábado, como era de esperar, evidenció una despreciable obscenidad de manipulación de las víctimas del terrorismo y fue un pretexto para dirigir contra el Gobierno socialista y el partido que lo sustenta las iras y las emociones irritadas de millares de manifestantes previamente enardecidos desde la Brunete Mediática. Se profirieron auténticas barbaridades contra Zapatero, mientras los cabecillas del PP (españoles y vasco-españoles) allá presentes se frotaban las manos a cuenta del rédito electoral de tan bajas pasiones desatadas. A eso fueron.
El PSOE, agazapado, acongojado, vio pasar aquel desfile de la derecha extrema y escuchó los gritos de centenares de energúmenos. Al día siguiente, los agraviados -en la patética figura del lehendakari López- asomaron la cabeza para lamentar que sus socios preferentes asistieran impávidos, quién sabe si incluso complacidos, a aquella arremetida pública contra su partido y contra su máximo dirigente, Rodríguez Zapatero. López expresaba su "pena" por el hecho de que se hubiera desvirtuado el objetivo de la manifestación y su consejera portavoz, Idoia Mendia, denunciaba la utilización del dolor de las víctimas, pero ambos coincidían en felicitarse por el acuerdo con su socio preferente. Pelillos a la mar.
El portavoz del PP vasco, portavoz preferente, Leopoldo Barreda, se permitió callarle la boca al lehendakari amonestándole por haberse quedado "con algún grito o anécdota, en vez de con el meollo de la cuestión". Y la cuestión, como es sabido, es que donde hay patrón no manda marinero. El patrón instrumentaliza a las víctimas mejor que el marinero, está claro. Y si ahora le sirve a López de bastón en Ajuria Enea, o de mamporrero, pues mejor que se esté calladito. A fin de cuentas, a ambos, patrón y marinero, PSE y PP, les conviene seguir manteniendo el quimérico oasis vasco aunque fuera de él se embistan a dentelladas.