Kabul. Continúan las protestas violentas en Afganistán por la quema de un ejemplar del Corán en una iglesia estadounidense. Ayer, durante la segunda jornada, nueve manifestantes murieron en la conflictiva ciudad de Kandahar, la más importante del sur de Afganistán. Según testigos, unas 2.000 personas salieron a las calles de la ciudad.
Las fuerzas del orden dispararon contra los manifestantes, que gritaron consignas contra Estados Unidos mientras se dirigían a la comisaría de Policía. Llegaron a quemar neumáticos y vehículos, y a romper escaparates de los establecimientos comerciales. "En las protestas de la ciudad de Kandahar han muerto nueve personas y otras 77 han resultado heridas", confirmó el portavoz de la provincia homónima, Zalmai Ayubi.
Imágenes emitidas por el canal afgano Tolo permitieron apreciar densas columnas de humo negro y el sonido de constantes disparos, así como la presencia de cientos de manifestantes, niños incluidos, que marchaban a paso rápido y gritaban en actitud furiosa.
Según Ayubi, las protestas se volvieron violentas debido a la participación de "enemigos del Islam", uno de los eufemismos que usan las autoridades afganas para referirse a los talibanes. Las fuerzas del orden detuvieron al menos a dieciséis personas. "No se trataba de manifestantes, sino de oportunistas", defendió el jefe del consejo provincial de Kandahar, Ahmad Wali Karzai, quien es además hermano del presidente afgano. Las autoridades arrojaron la sombra de la culpa de la violencia a los talibanes, aunque un portavoz del movimiento, Zabiullah Mujahid, negó cualquier participación, al menos respecto al ataque de Mazar-i-Sharif.
Kandahar, un bastión espiritual de los talibanes, es una de sus áreas de influencia tradicionales y ha sido escenario en el pasado de varios ataques y atentados contra las tropas internacionales.
Los disturbios se han producido solo un día después de las muertes de siete trabajadores de la ONU y cinco civiles durante una protesta parecida en la ciudad de Mazar-i-Sharif (norte), que derivó en la toma violenta de la sede local del organismo internacional.