PARA el Partido Popular, José Luis Rodríguez Zapatero es pasado, lo era antes de que anunciara ayer su renuncia a la reelección, y aunque en el socialismo español se ha dado el pistoletazo de salida a la pelea por la sucesión del presidente con al menos dos pretendientes en liza, Alfredo Pérez Rubalcaba es el enemigo a batir por el PP desde hace meses. El de Solares acumula una cuota inédita de poder en el Gobierno directamente proporcional a su habilidad política, y tiene a su favor los réditos, en cuanto a valoración ciudadana más abajo del Ebro, que siempre aporta el maletín del Interior.

En ese contexto han salido a la luz las actas de las reuniones que el Ejecutivo mantuvo con la ETA de Thierry, y el caso Faisán ha alcanzado su punto álgido, lo que supone un golpe directo a la línea de flotación de un político que ha construido su carisma -ahora, pues lleva dos décadas saliendo ileso de todo tipo de terremotos políticos- sobre la firmeza frente a ETA. Que el tema, el momento, y el sujeto a atacar o defender son clave lo demuestra el hecho de que partidos y medios de comunicación están forzando al máximo su maquinaria ideológico-editorial para desmentir al contrario, o como mínimo para dar una versión propia sobre la cuestión, con idénticos documentos sobre la mesa.

En lo relativo a las actas de la organización, el Gobierno apela a los hechos -92 detenciones en el entorno de ETA y ningún acercamiento de presos durante la tregua- frente a las promesas realizadas en Ginebra y Oslo y la semántica utilizada en aquellas reuniones, tan importante siempre en la cuestión vasca. El PSOE se desacredita a sí mismo como negociador ante ETA al afirmar que mentía deliberadamente, pero tiene su defensa al respecto para con el público que le vota más o menos bien construida. Alega, además, por boca del presidente del PSE, Jesús Eguiguren, que solo se celebraron nuevas reuniones después del atentado de la T-4 "para escuchar lo que tenían que decir", y a petición del exprimer ministro británico Tony Blair y del líder del Sinn Féin, Gerry Adams. Ambos vivieron una situación similar a la que generó la bomba de Barajas cuando el IRA colocó un potente explosivo en la city de Londres que estuvo a punto de abortar un proceso de paz aún secreto en aquel entonces.

'caso faisán'

El talón de aquiles del ministro

El caso concreto del bar Faisán, mencionado en esas actas, pero presente en el debate político desde hace muchos meses, es diferente. Aunque todo serán hipótesis mientras los jueces no se pronuncien sobre lo que ocurrió en el bar de Behobia entre la Policía y ETA, el PP y quien aireó el chivatazo involuntario de Joseba Elosua sobre el otro chivatazo, el policial, han entrado de lleno en el opaco y generalmente blindado terreno de los servicios de inteligencia. El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, y su secretario general en Álava, Txarli Prieto, han lanzado una teoría de última hora según la cual la alerta a la red de extorsión de ETA para evitar la inminente operación no tenía por objeto beneficiar a la banda, sino proteger a un supuesto confidente que la Policía habría quemado de actuar aquel día.

Pocas veces se ha visto tan inseguro al ministro como cuando le ha tocado responder sobre la operación del Faisán, la mayor parte de las veces desviando la atención, y desacreditando a ETA y al PP a partes iguales.

Los populares vascos tienen su propia visión sobre las consecuencias de lo que ocurrió aquel día y el papel de Rubalcaba en el asunto. Para el popular Leopoldo Barreda, el chivatazo y las actas en su totalidad forman parte de una única actuación que "puso en peligro los valores sobre los que se construye la convivencia democrática". Según Barreda, "estamos hablando de papeles de manejo interno de ETA, pero también de declaraciones de responsables políticos que confirman muchos de los extremos de esos papeles, y no hay más que oír a Jesús Eguiguren". Aunque buena parte de lo que se ha publicado ya se conocía hace años, "como rumor o denuncia, no había nadie que lo confirmase. Ahora hay un soporte documental en sede judicial y una serie de señores que confirman el contenido de las reuniones", apunta el portavoz del PP en el Parlamento Vasco. En relación a la responsabilidad de Rubalcaba, Barreda cree que "un Gobierno que se niega a dar explicaciones sobre este tema solo tiene una alternativa, la dimisión. Se ha mentido a la sociedad española, así que responsabilidades políticas hay seguro, y judiciales veremos".

Al jeltzale Joseba Egibar, por su parte, no le preocupan las consecuencias que para Rubalcaba pueda tener la publicación de las actas de ETA o el caso Faisán, pues tiene un recuerdo nítido del que a su juicio fue el papel del ministro. "Nosotros como partido hemos sufrido en nuestras propias carnes esta historia, porque a mí no se me olvidará nunca cómo el PSOE y el propio Rubalcaba, como una auténtica maniobra de distracción sobre el caso Faisán, pusieron un nombre, el de Gorka Agirre, en el epicentro del asunto. Se utilizó el nombre de Agirre, y lo utilizó el Ministerio del Interior, lo utilizó Alfredo Pérez Rubalcaba", acusa.

Al portavoz parlamentario del PNV no se le "va de la cabeza la idea de que una de las causas que precipitó la enfermedad de Gorka -el jeltzale falleció tras ser encausado y absuelto por la Audiencia Nacional- fue todo lo que aconteció en torno a esa intoxicación. A partir de ahí -continúa-, la autenticidad o no de lo que digan esas actas de ETA, quien quiera discutirla que la discuta".

El pacto en Euskadi

Mala salud de hierro

El PP ha elevado su presión sobre el Gobierno socialista y sobre el probable heredero de Zapatero echando mano de la cuestión antiterrorista, razón de ser y punto de convergencia básico, quizá único, entre socialistas y populares en Euskadi. Aunque el presidente de los conservadores en el País Vasco, Antonio Basagoiti, lanzó esta semana una advertencia al PSE sobre la importancia de mantener las premisas del acuerdo que convirtió a Patxi López en lehendakari, Barreda no cree que el pacto peligre. "Estamos hablando del pasado, por lo tanto en lo único que nos puede afectar a la relación con el PSE es si reiteran esos comportamientos. Estamos asistiendo a una política antiterrorista que rectificó esos errores, pero si comprobásemos lo contrario estaríamos hablando de otra cosa", señala Barreda.

Pese a las relativamente conciliadoras palabras de Barreda, sus advertencias no deben caer en saco roto, habida cuenta de que el pacto estuvo a punto de quebrarse cuando el PSE decidió opinar formalmente en el Parlamento sobre Sortu sin consultar a sus socios. La andanada lanzada por el PP madrileño desde la publicación de las actas de Thierry es sustancialmente más importante que una moción no consensuada, y en cualquier momento se puede activar el enfrentamiento en Euskadi si el PSE se desvía del discurso posibilista con límites que hasta la fecha han tolerado sus socios.

elecciones municipales

El 'efecto Thierry' en Euskadi

Las actas de ETA surgen además en un periodo preelectoral marcado precisamente por la expectativa en torno a la izquierda abertzale. Los populares tienen en esos documentos un arma para desacreditar cualquier movimiento de Sortu, partido que según Mayor Oreja y sus seguidores dentro del PP nace de una negociación entre el PSOE y ETA que en opinión el exministro nunca ha sido abandonada por Rubalcaba. Así, los papeles de Thierry van a marcar la campaña a nivel estatal, pero Euskadi, como demuestra el propio pacto PSE-PP, se mueve más en torno al eje nacionalismo vasco-constitucionalismo que al izquierda-derecha que alimenta la polémica de los últimos días en los principales diarios madrileños. La incógnita es, pues, saber hasta qué punto el clima de acoso a Rubalcaba contaminará los discursos de populares y socialistas en su mítines por el País Vasco.