Hace pocas semanas, en esta misma columna, se advertía de las asignaturas pendientes que debían afrontar los promotores y dirigentes de Sortu cargando el acento en la ardua tarea de reeducación de unas bases adoctrinadas en la cultura de la violencia y habituadas a la práctica política connivente con esa violencia. En justa correspondencia, es preciso advertir también desde aquí de la necesidad de reciclaje que corresponde hacer a los que, desde las trincheras más opuestas, llevan también décadas basando en la brutalidad del terrorismo su realización personal, o sus ambiciones políticas, o su propio y vulgar interés material.

Esta semana ha sido noticia por lo estridente, por lo cínico de su contenido, el testimonio de Fernando Savater poco menos que agradeciendo a ETA que le haya mantenido "divertido" durante los quince años en los que se ha dedicado a ejercer de azote de terroristas y, de paso, como zurriago de nacionalistas. Vascos, por supuesto.

Savater es, quizá, el más preclaro ejemplo de intocable oráculo, indudablemente más famoso por su implacable beligerancia contra "el magma nacionalista-terrorista" que por su calidad de filósofo y autor de libros y ensayos mucho menos leídos de lo que él quisiera, por cierto.

Savater se puso a la cabeza de ese colectivo de presuntos intelectuales jaleados hasta el delirio por los medios de comunicación más poderosos, presuntos pensadores dedicados a abominar de ETA en primera instancia para, aprovechando el viaje, insultar, denigrar, calumniar, agraviar, difamar y dirigir los más virulentos ataques a las aspiraciones políticas e incluso culturales de la mayoría de la sociedad vasca.

Instaurado por Savater y su supuesta corte de intelectuales afines el pensamiento único, la posterior creación, consolidación y prosperidad de sus foros, fundaciones y chiringuitos adyacentes fue un paseo militar. Con presupuesto, subvención y acomodo profesional, claro.

Todos los indicios parecen indicar que se acerca el final de la condena de ETA y el salvoconducto de la amenaza como negocio para algunos profesionales del exabrupto y la injuria indiscriminada. Savater, por si acaso, ha confesado que en ese combate se lo ha pasado bien, que ETA le ha dado vidilla, viene a decir. Y fama, y prestigio, y conferencias, y artículos, y una manifiesta influencia social. Y, por qué no, un holgado modus vivendi.

De esa teta, han venido tirando también durante décadas no pocos personajes y personajillos agazapados tras el incuestionable dolor de las víctimas, o argumentando amenazas y persecuciones, a veces sin acreditar. En este país nuestro, tan pequeño, tan patio de vecindad, todos conocemos a individuos/as a quienes la vida les cambió desde el momento en que fueron amenazados con más o menos consistencia. También conocemos a algunos y algunas, por cierto, que cargaron con su miedo tras una amenaza real y no tuvieron otra opción que marcharse. Y lo hicieron en silencio, sin exhibicionismo alguno, con su dignidad y su coherencia como máxima denuncia.

Otros no. Otros prefirieron hacer negocio paseando su amenaza por platós y micrófonos, o prosperando en su carrera política, o liderando los variopintos apéndices victimarios que han venido floreciendo a la sombra de la subvención, llevando a sus escoltas de aquí para allá, para que se certifique su condición de amenazados. Habrá que ver cómo vuelven a sus tareas rutinarias en el anonimato de sus redacciones o en sus modestos puestos de trabajo.

Habrá que ver cómo se recicla esta nueva especie de oportunistas, de jugadores con ventaja, cuando, como a Savater, se les acabe la diversión y tengan que volver, como reconoce el filósofo donostiarra, "a sus libritos, o a ser académicos, como tantos otros". Habrá que ver cómo vuelven a las aulas de la UPV los catedráticos y profesores que durante todos estos años se han dedicado full time al "Basta Ya", o al Foro Ermua, o a las diversas asociaciones de víctimas. Profesores y catedráticos, entre ellos la esposa de Savater, que con esa excusa se autoexcluyeron del ejercicio de la docencia pero cobrando como si en verdad impartiesen sus clases, mientras de los fondos públicos se abonaba también el salario a sus sustitutos. Doble coste, consentido con el silencio temeroso de las autoridades académicas que nunca lo han denunciado ni impedido, no fuera a interpretarse como una desconsideración con los amenazados.

A todos estos les espera, también, un duro reciclaje.