Nunca fue fácil la vida interna de Nafarroa Bai. En un ejercicio de pragmatismo, y con Batasuna en la ilegalidad, el resto de fuerzas abertzales optaron por la unidad para las elecciones generales de 2004 con el objetivo de lograr un representante en Madrid. El éxito fue tal que pese a las dudas y las diferencias evidentes entre partidos que tradicionalmente habían competido en las urnas, Aralar, EA, PNV y Batzarre se dejaron llevar por las expectativas generadas para trasladar a las elecciones forales y municipales de 2007 lo que un histórico dirigente nacionalista definió como "el mejor invento de los últimos 100 años". Una respuesta abertzale exclusiva para Navarra, con un espíritu transversal y con aspiraciones de ser alternativa al sistema regentado por UPN con la complicidad del PSN los últimos 30 años.
Tras un éxito electoral arrollador y un gobierno de progreso frustrado, aquel acuerdo de mínimos que tan buen resultado dio, encontró sus contradicciones en el Parlamento foral. No tardaron en salir a relucir algunos de los problemas estructurales que impedían el funcionamiento de una coalición en ocasiones bloqueada por la falta de consenso, y condicionada por los protagonismos e intereses de cada uno de los partidos. Unos cimientos demasiado débiles para la segunda fuerza política de la comunidad, y que requerían de una reorganización interna que agilizara la toma de decisiones y la coherencia en el discurso del conjunto de la coalición. Problemas lógicos en cualquier formación política de nueva creación, pero que en el caso de NaBai se han visto magnificados por un debate que, lejos de escapar del foco mediático ha trascendido con todo detalle a los medios.
De esta forma, el proceso de reorganización interna se convirtió en un vía crucis. Las reuniones bilaterales acrecentaron las desconfianzas entre los miembros, y los reproches públicos, en muchas ocasiones subidos de tono, no hicieron sino someter a NaBai a una tensión interna permanente. Hasta el punto de que el último encontronazo se ha debatido con un cruce de comunicados en la prensa ante el estupor de su base social que ve atónita cómo lejos de aprovechar un inmejorable contexto electoral, con una derecha dividida y un socialismo incapaz de afrontar una salida social a la crisis, NaBai sigue con su particular deriva.
Pero la salida del laberinto en el que entre unas cosas y otras se había metido la coalición no tenía fácil salida. Cerrado el debate de la reorganización interna, que se saldó a finales de octubre con la salida de Batzarre, a NaBai todavía le quedaba un último asunto por debatir: la relaciones con la izquierda abertzale en el nuevo escenario político abierto con su progresivo distanciamiento de la violencia. Con la llegada del otoño, el posible acuerdo con la formación ilegalizada se instala en el debate interno. Pero, tras varias reuniones, la última el 29 de diciembre, Aralar da por descartada la incorporación de la izquierda abertzale a NaBai por entender que su único objetivo es romper la coalición y crear un nuevo sujeto político. Posición que comparten PNV y el grupo de independientes que encabeza Uxue Barkos, que pese a las diferencias de meses anteriores, optan por cerrar filas y rechazar la entrada de Batasuna.
Una posición que sin embargo no comparte EA; un polvorín en espera de la chispa que provocara el incendio que ha prendido estos días fruto de una mezcla de errores propios de EA, la presión de sus socios y la propia inercia de la coalición.
una partida en dos tableros
Las estrategias en la CAV marcan la política en Navarra
Es difícil entender el maremágnum interno de NaBai sin observar los movimientos políticos que se están produciendo en la Comunidad Autónoma Vasca. El previsible final de ETA y la legalización, antes o después, de la izquierda abertzale augura una nueva recomposición del equilibrio de fuerzas dentro del nacionalismo vasco ante el que todos los partidos empiezan a buscar una posición de fortaleza. Un escenario con dos ejes principales, un polo soberanista liderado por la izquierda abertzale frente al nacionalismo moderado con aspiraciones institucionales que tradicionalmente ha representado el PNV.
El movimiento más claro en ese sentido ha sido precisamente el de Eusko Alkartasuna, que tras el congreso de 2008 decidió romper con el PNV -con un alto coste electoral- y reforzar su discurso soberanista con el objetivo de liderar el espacio abertzale de izquierdas. Un giro que progresivamente le ha ido acercando a la izquierda abertzale. "Seguramente, estos acuerdos alguna vez tendrán una respuesta electoral", subrayaba esta misma semana en Onda Vasca el líder de EA, Pello Urizar, que sin embargo insiste en que esa apuesta estratégica no buscará el inmediato refrendo de las urnas, por lo que su partido en Navarra sigue siendo partidario de reeditar NaBai.
Las consecuencias
El debate se precipita en Navarra vísperas electoral
La lógica coherencia con la "apuesta estratégica nacional" iniciada en la CAV exigía una réplica en Navarra. Una imagen pública de sintonía con la izquierda abertzale que dé voz a la formación ilegalizada, pero al mismo tiempo, un compromiso ante el resto de NaBai de que la apuesta electoral seguía siendo la coalición. Todo ante la atenta mirada de la izquierda abertzale, que gracias al apoyo de EA ha podido incidir con un protagonismo inesperado en el debate interno de la coalición, precipitando en Navarra y en vísperas de las elecciones una recomposición de las alianzas que, sin embargo, todavía no se ha concretado en la CAV.
Pero el doble juego de EA no hacía ninguna gracia a sus socios. La firma con la antigua Batasuna del Decálogo para el cambio en Navarra, la charlas conjuntas por todo el territorio foral para explicar los acuerdos suscritos y, sobre todo, la continua insistencia para que la izquierda abertzale entrara a formar parte en la coalición colmaron la paciencia de Aralar y PNV, que además miran con recelo un movimiento político del que han quedado excluidos en la CAV, donde tienen sus propios intereses. Demasiado ruido en el ambiente como para permitir a uno de sus socios seguir jugando con dos barajas a menos de cuatro meses de las elecciones, con las candidaturas por preparar, y sin garantías de que no vaya cambiar de caballo en mitad de la carrera.
Para complicar más el asunto, y con la suspicacias a flor de piel, el secretario general de EA decide rechazar la propuesta del comité local de Pamplona para que Uxue Barkos encabece la candidatura de NaBai en la capital por no cumplir "el perfil" que requiere la nueva estrategia del partido. Un error de cálculo en el peor momento. Urizar no sólo vetaba a quien sus propias bases en Navarra consideran principal activo de la coalición -para EA es además un elemento clave en el equilibro de poder interno-, sino que daba a entender que el partido está más preocupado por sostener la colaboración con la izquierda abertzale que por los intereses propios de la coalición. Excesivo incluso para sus propios militantes, que presionan para lograr una rectificación.
Pero ésta llega tarde, y queda eclipsada por el ultimátum de Aralar, PNV y el grupo de independientes que encabeza Barkos, que para acabar de enredar el asunto dan un paso más en las condiciones planteadas hasta entonces y reclaman a su socio de coalición que renuncie públicamente y por escrito a cualquier afección que sus acuerdos con la izquierda abertzale puedan tener en Navarra. Demasiado para EA, orgullosa de su apuesta política, y que interpreta la demanda como una intromisión en la soberanía del partido.
Así que, lejos de responder, la dirección nacional de EA no hace sino refrendar su doble apuesta. Mantiene su apuesta electoral "exclusiva" por NaBai sin renunciar a sus acuerdos con la izquierda abertzale. Y si eso implica su salida de la coalición, deja que sean otros quienes asuman la decisión. Nadie quiere poner el cascabel al gato. Tras el éxito e ilusión que generó NaBai en 2007 asumir la ruptura es una decisión política y electoralmente costosa en cualquier caso, tanto en Navarra como en la CAV, donde se sigue con especial interés la reordenación del espacio político abertzale en el campo de batalla foral.
Sin embargo, y pese al empeño de los propios partidos por no reconocer la evidencia, la salida de EA es una realidad difícilmente evitable, lo que dificultará las aspiraciones de poder autonómico y municipal para los partidos abertzales. Una división que, más allá de lo que ocurra con la izquierda abertzale, que mañana comienza los trámites de legalización, y con la incorporación al reparto de la tarta electoral de los 18.300 votos nulos de 2007, hace prever un duro enfrentamiento público en el espacio abertzale hasta el mismo 22 de mayo. Lo que puede acabar por desanimar a buena parte de quienes pese a todo seguían creyendo en la alternativa transversal y posibilista que una vez llegó a ser la segunda fuerza política del viejo reino, dejando vía libre a todo aquello que Nafarroa Bai aspiraba a combatir.