Cuando pedí a Sabin Intxaurraga en 1979 que se ocupara de mi Secretaría en la Presidencia del Consejo General Vasco le formulé una petición especial: "Háblame siempre en euskara, que a mi condición de euskaldunberri le vendrá muy bien."; "Lasai egon", descuida, me contestó y jamás dejó de hacerlo. Y es que una de las características de Sabin era su condición de euskaltzale modélico, que cultivaba con igual primor su euskara arratiarra y el euskara unificado que siempre empleó con igual corrección. Esta evocación de su compromiso con el euskara quiere ser, en mi caso, expresión de gratitud personal por la consecuencia con que cumplió aquel compromiso contraído hace más de treinta años a lo largo de nuestro periplo por las instituciones y en la dirección de Eusko Alkartasuna.

Sabin era un hombre de palabras rotundas y convicciones firmes. Hasta podía dar la impresión de una cierta rudeza en su expresión. Pero detrás de esa apariencia siempre descubrí a un hombre extremadamente sensible, e idealista hasta las últimas consecuencias. Nunca se refugió en la ambigüedad al proclamar sus ideas y fue tan saludablemente radical al defender el soberanismo, como al exigir el respeto a los derechos humanos y el rechazo de cualquier expresión de violencia. Economista de profesión, su sensibilidad le llevó a especializarse en el Área del Medio Ambiente donde acabó su trayectoria profesional. Durante siete años formó parte del Gobierno Vasco ocupándose de esta materia, pero también de otras tan diversas como la Justicia, el Trabajo o el Área Social, que también constituyó una de sus grandes preocupaciones. De ahí su empeño en conformar un amplio espectro progresista entre las fuerzas abertzales, impulsado por su militancia socialdemócrata consecuente.

Sabin no dudaba en simultanear su condición de miembro de un Gobierno con los ensayos en el coro de Zeanuri. Recuerdo su actuación en la representación de la vida de Iparragirre con Gontzal Mendibil en la plaza de Zeanuri hace unos veranos. Me acompañaban unos amigos de Madrid que quedaron prendados por la actuación de un Consejero Vasco en aquel coro del pueblo, para ellos algo insólito y ejemplar al mismo tiempo. Sabin cantaba con la misma fuerza para evocar al bardo euskaldun, que la que empleaba para defender la causa del Pueblo Vasco. Hombre generoso en la defensa de sus ideales, no dudó recientemente en asumir el riesgo de convocar personalmente una gran manifestación en defensa de todos los derechos civiles que había sido prohibida previamente a los representantes del colectivo Adierazi. Ninguno de los miles de manifestantes que llenaron las calles de Bilbao pudo imaginar que nos dejaría tan pronto. Sus compañeros de Eusko Alkartasuna le echaremos en falta ahora que parece próxima la materialización de su gran sueño: el fin de la violencia y la unidad de acción, por vías pacíficas y democráticas, del nacionalismo progresista.