Vitoria. El respaldo de sus vecinos de Araia le llevó a la política en 1979. Dos décadas después, abandonó la Diputación alavesa en el inicio de su recta final como dirigente jeltzale. Ahora disfruta en su localidad natal de un merecido descanso que contrasta con la agitada trayectoria jalonada de exitosos pactos y el amargo recuerdo de la fractura que alumbró Eusko Alkartasuna. Las luces y las sombras de unos años que sembraron las bases de la política actual en boca de Félix Ormazabal.

Su generación representa una época de profesionales incorporados a la política, frente a los políticos profesionales que proliferan hoy en día. ¿Cómo valora esta diferencia?

Es un cambio importante. Teníamos un gran respaldo popular, casi podíamos decir que la gente nos lo pidió. Y éramos conscientes de que estábamos ahí para lo que estábamos. Sin menospreciar a los actuales, creo que antes había gente de mucho más peso intelectual y profesional. Sólo hay que recordar que en el primer Gobierno Vasco había gente de la talla de Mario Fernández, Echenique, Pedro Luis Uriarte...

¿Existía una mayor vocación de servicio?

Totalmente. Cuando yo fui a la Diputación, con Emilio Guevara como diputado general, nos dijeron que íbamos a cobrar y no nos lo creíamos. Fue una sorpresa enorme. Se ganaba menos que en otras profesiones pero luego se han ido aumentando hasta convertirlos en sueldos dignos.

¿Vivir el nacimiento democrático marca toda una trayectoria política personal?

Creo que sí. Hace un tiempo nos reunimos los diputados generales que ha habido en Álava y coincidíamos en que éramos diferentes a los dirigentes actuales. En la Diputación que dirigió Emilio Guevara, había gente del PNV, UCD, PSOE y de lo que más tarde sería HB. Excepto dos acuerdos, el resto se tomaron por unanimidad en toda la legislatura. Incluso años más tarde, cuando estuve yo de diputado general con los socialistas (1995-1999), todos los presupuestos fueron apoyados por el PP. Había un talante muy diferente. Dicen que cuando abandonas la política se ven los toros desde la barrera. Yo los veo desde la última fila del graderío de arriba y mucho tiempo mirando fuera. Porque me da asco. No entiendo que no se puedan poner de acuerdo cuando lo que hay que seguir son los criterios técnicos.

Su visión no parece aislada, a tenor del retroceso en la imagen de los políticos que reflejan las encuestas.

En nuestro tiempo ser político era un honor y la gente lo apreciaba. Nunca me han silbado, al contrario. Siempre me sentí tratado con mucho respeto.

Compartió en el equipo de Guevara el nombramiento de Vitoria-Gasteiz como capital vasca o sede de las instituciones comunes. ¿Cómo lograron convencer a sus propios compañeros de partido en Bizkaia?

A la hora de afrontar el Estatuto, el PNV manejó un criterio puramente confederal. Tres territorios, 75 parlamentarios, 25 por cada territorio, a pesar de las diferencias de población. También se pensó en Navarra para que entrara en igualdad de condiciones. Álava era la más débil y el partido lo sabía. Si se quería integrar a Álava había que darle un trato preferencial.

Tras la escisión nacionalista que originó la creación de EA pasó a presidir el ABB en una etapa delicada para el PNV alavés.

Viví la pelea interna, el afán de Garaikoetxea por ir a un partido tradicional donde el presidente del partido es el máximo aspirante en las elecciones y demás. Estaba muy crecido porque ser lehendakari entonces era la leche; la gente le aclamaba y uno fácilmente se lo creía, y si no era muy espabilado, pues más. Ahí se planteó el tema y fue muy triste. Recuerdo asambleas en Artea hasta las cinco de la mañana intentando solucionar algo que no pudimos. Fue un momento muy triste para el PNV. Las siguientes elecciones las ganó el PSE y si Garaikoetxea llega a ser un poco vivo se come al PNV. El PSE y EE le ofrecieron ser lehendakari en un gobierno de coalición y no se atrevió. Esa etapa coincidió con mi traslado al ABB.

Al frente del ABB consiguió convencer a José Ángel Cuerda para que abandonara Eusko Alkartasuna y volviera al PNV. ¿Ésa era su misión?

Vine expresamente por ese asunto. Conocía muy bien a Cuerda porque era muy amigo mío. Creía que ese tema se podía resolver y que EA se iría al carajo en Álava. Si los más representativos como Cuerda o María Jesús Aguirre volvían, tendríamos el trabajo hecho. Dada la manera de ser de Garaikoetxea y Cuerda, sabía que chocarían y llegué al ABB con la misión de recuperarle. Es más, yo propuse al partido dejar el Gobierno Vasco y pasar al ABB. En las elecciones municipales la situación era dramática, EA había sacado diez concejales y nosotros sólo dos. Lo primero que le pregunté a Cuerda fue si era capaz de integrar a nuestros dos ediles en el Gobierno. Me dijo que sin ningún problema, lo que demostró que el talante entre nosotros era diferente al enfrentamiento de PNV y EA. Así empezamos y después de muchas conversaciones Cuerda volvió al partido. EA no fue lo que él pensaba; siempre ha sido moderado y EA optó por el otro extremo.

Su relación con Cuerda se remonta muchos años atrás, a una época en la que fue él quien le pidió que entrara en el PNV.

Así es. Cuerda era mi abogado, era el abogado de todos los desgraciados de Vitoria. Había días que me decía que había tenido 22 consultas y que había cobrado dos; era así de desprendido. Cuando yo terminé Derecho me propuso abrir un despacho laboralista en Llodio, le habló del año 77. Fue cuando le propusieron ir a Madrid y el tema se truncó, pero la amistad siguió. A Cuerda lo único que le podemos hacer es reconocer su trabajo, porque los premios que está ganando Vitoria están basados en lo que hizo él, no en lo que han hecho los que llegaron luego.

Al llegar a la Diputación, ¿comprobó si los alaveses se sentían ciudadanos de segunda frente a la capital?

Para mi época eso ya había desaparecido. Antes de llegar yo había habido un trato excelente hacia los pueblos, en cuanto a infraestructuras, pavimentaciones, accesos... La gente de los pueblos no tenía ninguna envidia hacia la capital.

Sustituyó a un diputado general también jeltzale. ¿Fue el suyo un gobierno continuista?

Mi antecesor fue Alberto Ansola y la línea fue continuista, pero así suele ser en la Diputación. Incluso el relevo anterior de Buesa a Ansola también siguió la misma línea, porque casi siempre hubo gobiernos de coalición. Los dos partidos fundamentales de Álava -PNV y PSE- hacían una política común dentro de la institución. El tema prioritario para nosotros fue el económico. Tuvimos la suerte de que fueron unos años de un gran desarrollo económico, con unos índices de crecimiento magníficos. Cuando salimos, en el 99, el índice de paro era bajísimo. Se trabajó muy bien con los sectores. Para que se haga una idea, SEA se reunía con dos diputados todos los primeros lunes de mes y ahí se veía lo que había que hacer. Con el sector agrario, lo mismo.

Se autodefine como un nacionalista moderado. ¿Eso le ha permitido entenderse mejor con los demás?

Evidentemente. El principio fundamental democrático es reconocer que los demás también tienen razón. Eso te hace ser moderado y te facilita mucho el entendimiento. Nunca tuve problemas de entendimiento ni con los socialistas ni con el PP. Con Fernando Buesa cada uno tiraba para su lado, pero tengo la certeza de que nunca me engañó y yo a él tampoco. Recuerdo que en el último gobierno de coalición me dijo que necesitaba dos carteras: una para fulanito y otra para menganito. "Elige tú quién debe estar en cada una", me dijo. También me tocó con Rabanera, él en la oposición, y no tuve grandes problemas. Todos los años aprobaban los presupuestos, a pesar de estar en la oposición.