Oslo. El activista chino Liu Xiaobo envió ayer indirectamente y desde Oslo un mensaje de conciliación y de esperanza a su país en la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz 2010, en la que se le recordó con una silla vacía al no poder asistir por cumplir una pena de once años de prisión. Las palabras del ganador del Nobel no fueron nuevas, sino que él renovó la vigencia de su discurso en el juicio en el que, en diciembre de 2009, se le condenó por incitar a la subversión. Frente a lo que él define como la "mentalidad del enemigo" del régimen chino, Liu asegura no tener "enemigos" ni sentir "odio", porque esa forma de pensar "incitará a luchas mortales y crueles, destruirá la tolerancia y humanidad de una sociedad y dificultará los progresos de una nación hacia la libertad y la democracia".

En No tengo enemigos, mi declaración final, título del discurso, Liu admitía no obstante progresos, y resaltaba que la reforma y la apertura impulsadas en China tras el fin de la era de Mao Tse-Tung fueron un "proceso de debilitamiento gradual de la mentalidad del enemigo y de la psicología del odio". Ese proceso favoreció, a juicio de Liu, el desarrollo de la economía de mercado, los avances hacia el Estado de derecho, la diversificación de la cultura y también una mayor tolerancia respecto al pluralismo social por parte del régimen.

Como ejemplo mencionó la aceptación de la universalidad de los derechos humanos que fueron incluidos en la Constitución china, de ahí que considere su condena "inconstitucional".

cambios Ese cambio, reflejado también en un trato más digno y humano en las prisiones, es el que le hace confiar en el progreso político, "porque no hay fuerza que pueda limitar la búsqueda humana de la libertad, y China al final será una nación regida por la ley, donde los derechos humanos reinen de forma suprema". "Espero ser la última víctima de las -literalmente- inquisiciones infinitas de China y que de ahora en adelante, nadie sea incriminado por expresarse", decía Liu hace un año y calificaba de "experiencia más afortunada" en los últimos 20 años el "amor entregado" de su esposa, la poetisa Liu Xia.

Liu, quien definió como "punto de inflexión en su vida" su participación en las protestas de Tiananmen en junio de 1989, se mostraba convencido de que el progreso político en su país "no parará" y que llegará "una futura China libre".

El sillón destinado a Liu, cuya foto presidió el escenario principal, permaneció vacío ante la negativa de las autoridades chinas a dejarle viajar a él o a algún familiar suyo a Oslo. Liu Xiaobo, que sucede desde ayer en el palmarés del Nobel de la Paz al presidente de EEUU Barack Obama, fue galardonado "por su lucha larga y no violenta por Derechos Humanos fundamentales en China".