rangún. La líder opositora y Nobel de la Paz, de apariencia frágil, con su linaje y carisma personal, le han convertido en el símbolo de la democracia en Birmania e, incluso en su aislamiento, su poder de movilización no tiene parangón en el país.
Ferviente defensora del pacifismo de Mahatma Ghandi y budista devota, en 1989 se abrió paso entre un pelotón de soldados, quienes no se atrevieron a disparar contra la hija del héroe de la independencia británica, Aung San. "No es el poder lo que corrompe, sino el miedo. El miedo a perder el poder", manifestó Suu Kyi un año antes de recibir el Nobel de la Paz, en 1991.
Nacida el 19 de junio de 1945, abandonó su país a los quince años con destino a la India, donde su madre, Khin Kyi, ocupaba el cargo de embajadora. En los años 60, se mudó a la ciudad universitaria británica de Oxford para cursar Filosofía, Economía y Política, aunque nunca obtuvo resultados brillantes y llegaron a rechazar su tesis doctoral.
Allí conoció al que se convertiría en su marido, Michael Aris, con el que tuvo dos hijos: Alexander y Kim.
Durante sus años en Oxford, Suu Kyi escribió un libro sobre su país en el que omitió los aspectos más controvertidos del férreo régimen militar, aunque siempre fue consciente de los problemas de su país.
el regreso Suu Kyi regresó a Birmania en 1988, tras un periodo de trabajo y estudios en Japón y Bután, para cuidar a su anciana y enferma madre.
El país vivía aquel año una revuelta popular, después de 26 años de dictadura socialista bajo el general Ne Win que habían destrozado la economía. El régimen respondió con la fuerza a las multitudinarias protestas y murieron más de 3.000 manifestantes en las calles de Rangún, pero Suu Kyi se había convertido ya en el símbolo de las aspiraciones democráticas.
En 1989, sufrió su primer arresto domiciliario que le impediría participar en las elecciones del año siguiente, que ganó su partido, la Liga Nacional por la Democracia. "Utilizad vuestra libertad para promocionar la nuestra", rezaba el discurso de La Dama leído en su ausencia en la ceremonia de los Premios Nobel en Oslo.
La lucha de Suu Kyi, quien ha padecido problemas de salud debido a varias huelgas de hambre, también inspiró a los monjes y estudiantes de protagonizaron las manifestaciones de 2007. Sin teléfono ni Internet y con las visitas controladas, Suu Kyi ha aprovechado sus años de confinamiento (1989-1995, 2000-2002 y 2003-2010) a estudiar, tocar el piano y mejorar su francés y japonés. La Junta Militar le impidió despedirse de su marido, quien murió en 1999 de un cáncer en Londres. No ha podido ver a sus hijos en diez años, aunque los generales le tendieron un puente de plata para el exilio, que rechazó.