EL Gobierno del cambio parece querer convertirse en una victoria pírrica para el lehendakari. Si ya tuvo que justificar su pacto con el PP después de negarlo, para enfrentarse a renglón seguido a unas demoledoras encuestas, los últimos acontecimientos, que ponen el solfa su margen de maniobra y su liderazgo, han comenzado a inclinar peligrosamente la balanza de pros y contras de su entente. Si el apoyo de las filas de Antonio Basagoiti ha conseguido aupar a López a una Lehendakari-tza a la que no hubiera accedido con los votos de su electorado, ese mismo acuerdo ha conducido al PSE a alinearse con posturas difícilmente compatibles con la defensa de los intereses vascos que competiría a todo aquel que se instale en Ajuria Enea. Ya le sucedió en las negociaciones competenciales. Mientras el PNV exigía un traspaso no devaluado en políticas activas, el socialismo se unía al PP para marcar unas líneas rojas que han vuelto a ser trazadas en el tablero de la política vasca. Ahora, por la pacificación y la normalización, y con motivo de la cita -negada por ambas partes- entre el PSE y la izquierda ilegalizada.
López se encuentra en horas bajas. Su ausencia en las gestiones clave y el suspenso que le concede la ciudadanía ya no pueden ser sustentados en "problemas de comunicación". Son balas de fogueo contra la oposición. El presidente español ha atravesado por el mismo brete. Con una popularidad en caída libre, y con el efecto Zapatero y el talante en el archivo de reliquias de la política estatal, el mandatario se ha aferrado a la pacificación. Ha comprado todos los boletos nombrando número dos a Rubalcaba. López, necesitado del mismo protagonismo y de una baza con la que exhibir gestión, pero atado por su pacto con el PP, no puede siquiera comprar una participación.
Pero necesita hacerse con ese papel central. Él mismo ha minimizado la relevancia de los mediadores internacionales al asegurar que el conflicto debe solucionarse entre vascos. El PP, por su parte, recuerda que el pacto no admite apuestas en ese sentido. López lo reconocía ayer en una entrevista con un diario guipuzcoano en la que aseguraba que su equipo "no tiene intención de superar la línea roja de los principios democráticos", mientras el presidente del PSE Jesús Eguiguren apostaba en otra cabecera afín por impulsar la participación de la izquierda ilegalizada en las instituciones. "No se negocia políticamente con una banda terrorista ni se dialoga con una formación ilegal", zanjó el lehendakari. El conflicto se solucionará entre vascos, pero el papel de López no parece definido. Mientras tanto, Zapatero y el presidente del EBB Iñigo Urkullu se reunían el miércoles para discutir sobre la materia. El jefe de Lakua se citará el viernes con Basagoiti. El líder de un PP que, a su vez, debatirá mañana sobre la reunión del PSE. Por el bien del pacto.
El lehendakari ha optado por connivir con unos "populares" de los que depende su continuidad en Lakua