E n mayo de 2005, a las puertas del proceso de Loiola, exactamente dos años después de que ETA se hubiera cobrado sus dos últimas víctimas mortales, el Congreso de los Diputados aprobó una resolución histórica que autorizó al Gobierno a dialogar con ETA para buscar su final. La resolución, impulsada por el Grupo Socialista y respaldada por todos los grupos de la Cámara menos el PP, constituía en sí la base de una apuesta nueva que alumbraba la idea de que "la política puede y debe contribuir al fin de la violencia". "Si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma(...), apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia", subrayaba. Ahora que ETA avanza de nuevo para crear las "condiciones adecuadas", y que su voluntad de bajar la persiana podría volver a ser tan "clara" como lo fue entonces si no más -forzada como está por su pérdida de peso y por la evolución estratégica de la antigua Batasuna-, muchos vuelven sus ojos a esta herramienta que la Historia dejó colgada en un renglón del relato de dolor que rodea a ETA.
los escombros de Barajas El atentado con el que los sectores más duros de este mundo pretendieron dinamizar el proceso, y que se llevó por delante la vida de otros dos inocentes, supuso un antes y un después para muchas cosas; también para la vigencia de esta resolución y del diálogo que permitió abrir.
Tras un breve periodo en el que el proceso quedó "suspendido", el Gobierno decidió dar esta resolución por "caducada", "sepultada" bajo los escombros de Barajas, o "derogada de facto" por la conclusión de la legislatura. "Estamos en un nuevo tiempo que merece una nueva respuesta" y "ese nuevo tiempo lo ha marcado ETA con su decisión de volver a matar", decía José Blanco, entonces secretario general del PSOE.
El Gobierno entendió que habían desaparecido las condiciones para dialogar con ETA y se reencontró con el PP. En julio de 2008, al considerar derogada de facto esta resolución por el viraje del que le convenció el jefe del Ejecutivo, el líder popular, Mariano Rajoy le concedió un aplauso envenenado afirmando: "El Gobierno ha cambiado de criterio, ha aceptado el nuestro y yo le voy a apoyar. Creo que se ha dado cuenta de que lo bueno es esta línea".
Sin embargo, a pesar de que el PP ha intentado a lo largo de este lustro hasta en cuatro ocasiones que el mismo Congreso que abrió aquella puerta al diálogo la cerrara oficial y públicamente, siempre se ha encontrado con un no por respuesta, como esta misma semana, ha sucedido ante la petición de la AVT. Pero, ¿significa eso que alguien volverá a transitar esa vía?
El diputado del PNV Emilio Olabarria lo tiene claro: "La resolución sigue totalmente vigente como demuestra que haya quienes quieren revocarla". ¿Puede ser útil? "Formalmente nadie ha renunciado a lo que dice el texto. Y eso significa que, aunque ahora el PSOE rechace que se pueda usar, es una cobertura legal que puede servir perfectamente si se dan esas condiciones para buscar un fin dialogado de la violencia de ETA y existe esa voluntad política".
Mucho ha llovido desde que ETA hundió el último proceso de paz. Pero viendo la evolución de los acontecimientos, cobra otro sentido la frase con la que Blanco anunció un cambio de ciclo explicando que "un nuevo tiempo merece una nueva respuesta". Por eso, ante la posibilidad de que se puedan recrear las "condiciones adecuadas", muchos dirigen aún sus ojos hacia este texto como vía por la que puede transitar esa respuesta "valiente" que diversos agentes piden que active el Gobierno cuando ETA se comprometa por fin con un alto el fuego "definitivo y verificable internacionalmente" para poner en marcha un diálogo que desemboque en su desaparición definitiva y deje el debate político en el único ámbito en el que la democracia dicta que debe estar: el que reúna a los representantes legítimamente elegidos en paz por los ciudadanos vascos.