En círculos políticos, especialmente entre quienes están liderando el proceso de transición a la política sin tutelajes armados, había verdadera ansiedad ante el silencio de ETA. Era inquietante la demora de su respuesta a las interpelaciones de los mediadores y de la propia Batasuna para decidir un alto el fuego "permanente y verificable". En uno de sus típicos textos crípticos en los que hay que leer entre líneas, ETA anunció ayer un alto el fuego ya decidido y no revelado meses atrás como queriendo decir: "No hace falta que insistáis, ya está hecho".

Aunque sea tarde, aunque sea ambiguo, aunque no diga lo que cada uno quisiera que dijese, el anuncio de que ETA "no va a llevar a cabo acciones ofensivas" es una excelente noticia para los que de entre nosotros se sienten amenazados y sometidos a chantaje o coacción. Que, desgraciadamente, no son pocos. Quedan en el aire aspectos tan importantes como cuál va a ser la gestión de este alto el fuego tanto por parte de los gobernantes como de los que se han visto privados de sus derechos políticos por culpa de la acción armada de ETA; como la duda sobre la irreversibilidad de la decisión de ETA; como su renuncia a ejercer de centinela, escarmentados como estamos; como su cesión a los civiles del carácter de vanguardia del que se apropió hace décadas. La cruda realidad de la memoria obliga a poner sordina al entusiasmo, pero además del valor en sí mismo de la renuncia a la violencia, el anuncio de ETA augura un tiempo nuevo.