BILBAO. Como es habitual en sus comunicados y zutabes de los últimos años y hasta décadas, las reflexiones de ETA hacia las formaciones abertzales tienen mayor dureza que las realizadas sobre los dos principales partidos españoles. La banda armada siempre ha sido muy severa con el PNV y no ahorra acusaciones e incluso amenazas contra sus siglas y algunos de sus dirigentes. Sin embargo, en esta documento datado en agosto del año pasado, aunque tampoco repara en acusaciones graves, rebaja el tono y lo juzga en un contexto de lucha y de estrategia política.

La organización armada pretende sustituir a la formación dirigida por Iñigo Urkullu como fuerza hegemónica y como interlocutor con el Estado español. En el documento dibujan a un PNV sin proyecto político para Euskal Herria, partidario del autogobierno, pero con el único objetivo de aceptar un marco que le garantice gestionar el poder.

A pesar de un diagnóstico tan negativo, mantiene sus dudas sobre el papel que habría de jugar la formación jeltzale en el modelo de negociación, posiblemente porque, como se afirma en el texto, se quiere evitar a toda costa que adopte un posicionamiento frontal con el proceso.

De todas formas, en sintonía con la estrategia de la izquierda aber-tzale tradicional, ETA convierte al PNV en el enemigo a batir y para ello aboga por minimizar su capacidad de maniobra y debilitarla políticamente. Por ello, aboga por causarle un desgaste político y electoral y en este escenario juega un papel determinante la alianza entre la izquierda abertzale oficial y Eusko Alkartasuna.

Esta unidad de acción entre las dos organizaciones que actualmente forman el denominado polo soberanista persigue, según consta en el documento, mostrar la pujanza social y electoral del independentismo.

La consecución de ese objetivo pasa, para ETA, por fulminar a Aralar. Esta es la única ocasión en que se cita expresamente a la formación escindida de Batasuna hace una década. Por contra, Eusko Alkartasuna tiene un protagonismo muy grande en sus reflexiones, ya que, en los esquemas de la banda, la formación liderada por Pello Urizar tiene un valor tan instrumental como estratégico en la hoja de ruta diseñada para la articulación de un proceso democrático que conduciría a un nuevo marco político-jurídico.

El informe interno de ETA sostiene que las bases del contenido a acordar con Eusko Alkartasuna se sitúan en una estrategia que persigue el nacimiento del Estado vasco y, a tal fin, le asigna el papel de compañero de viaje para la materialización de un proceso democrático. Esta alianza es considerada clave y motor para sustituir la hegemonía del PNV por una nueva.