Washington. Desde el primer momento, Oriente Medio ocupaba uno de los primeros puestos en la agenda diplomática del presidente Barack Obama. Sin embargo, la última iniciativa para la reanudación de las conversaciones directas palestino-israelíes podría acarrearle más riesgos que oportunidades. La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, no ocultaba el viernes sus dudas cuando anunció la invitación a las nuevas negociaciones: "En el pasado hubo dificultades, nos encontraremos con dificultades", dijo. Suena a simpleza en medio de un proceso interminable, además, teniendo en cuenta que esta vez el desinterés de Israel y de los palestinos parece especialmente grande.

El balance de la política exterior de Barack Obama contiene elementos encontrados, necesita éxitos. Obama asumirá el papel de árbitro en la cita del próximo 2 de septiembre en Washington, pero si la iniciativa fracasa, la credibilidad de todos los implicados podría sufrir un duro revés. Ya durante sus primeros días en la Casa Blanca, Obama prometió que se esforzaría con especial intensidad por hallar una vía hacia la paz en la conflictiva región. En su lugar, el primer año y medio al frente del país estuvo más bien marcado por un tono tenso entre Estados Unidos e Israel y la pérdida de confianza entre los palestinos.

Escepticismo La cúpula del gabinete del partido Likud del primer ministro, Benjamin Netanyahu, reveló al diario Wall Street Journal que el jefe de Gobierno israelí acude a la llamada de Washington más bien para distender las maltrechas relaciones con Estados Unidos. "Nadie cree realmente en el éxito de las conversaciones de paz. Pero estamos expuestos al juicio del mundo, por lo que participamos en el baile", opinó un ministro israelí. Incluso dentro del Gobierno de Obama comienzan a aflorar dudas considerables en torno a la voluntad conciliadora de Netanyahu.

Mientras que el presidente del Consejo para Relaciones Exteriores, Richard Haass, habla de una "gestión hábil" de Obama en las complicadas relaciones con Rusia y China, considera que Oriente Medio es un "ámbito de verdadera frustración".

Incluso aunque todas las partes se sienten a una mesa, no significa ni por asomo que estén también dispuestas y sean capaces de alcanzar compromisos. A eso hay que añadir que por parte de ambos lados ha habido un "encogerse de hombros casi audible" cuando llegó la invitación a Washington, señala a The New York Times.

En el caso del presidente palestino, Mahmud Abbas, le tuvieron que obligar prácticamente a punta de pistola amenazándole con cerrar el grifo del envío de dinero si se negaba, finalmente, a negociar.