LA Flotilla de la Libertad asaltada el lunes por Israel llevaba 10.000 toneladas de ayuda humanitaria a una población asfixiada por el bloqueo que sufre desde hace tres años y necesitada de todo tipo de productos básicos. Entre los artículos que llevaba la flotilla había material escolar, medicinas, máquinas oncológicas y de diálisis para hospitales y material de construcción para ayudar a la reconstrucción.

Para salir al paso de las críticas, el Gobierno israelí se ha atrevido a decir que en la franja no existe una crisis humanitaria, tal y como afirman todos los organismos internacionales, pero nada más lejos de la realidad. Desde la operación Plomo fundido, incursión militar israelí en la Franja de Gaza que costó la vida a 1.380 palestinos entre diciembre de 2008 y enero de 2009, la situación es alarmante. Según Amnistía Internacional (AI), más de 200.000 personas desplazadas de sus hogares siguen viviendo en alojamientos temporales, algunas, incluso, en tiendas de campaña. Y es que, tres cuartas partes de los daños y la destrucción causados a la infraestructura civil aún no han sido reparados.

Según Oxfam, la entrada de materiales para la reconstrucción "sigue haciéndose en cantidades muy reducidas o es prohibida totalmente". La Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos aseguró ayer que Israel ha dejado introducir recientemente 25 toneladas de cemento, sin embargo, "se necesita un millón de toneladas" para la reconstrucción del territorio. No funciona mejor la entrada de la ayuda humanitaria. La ONU estima que el 60% de las familias de Gaza padece inseguridad alimentaria y recibe asistencia básica. Además, cuatro de cada cinco habitantes dependen de la ayuda para sobrevivir. Durante la semana pasada, por ejemplo, las autoridades israelíes permitieron la entrada de apenas 631 camiones de suministros humanitarios (el 22% de la media semanal que entraba en el territorio antes del bloqueo). A esta situación hay que añadir cortes diarios de electricidad y una red de abastecimiento de agua que funciona muy por debajo de su capacidad.

Sistema de salud precario El bloqueo israelí no da tregua ni siquiera a los enfermos. "Tras el cierre de los pasos fronterizos, personas que con afecciones no pueden ser tratadas en Gaza han tenido que solicitar permiso para salir a fin de recibir tratamiento en hospitales extranjeros o palestinos de Cisjordania", explica AI. En muchos casos, Israel demora o deniega su concesión y, como consecuencia, en 2009 murieron 28 pacientes mientras esperaban los permisos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha denunciado que cientos de piezas de equipos sanitarios tienen que esperar un año para entrar en Gaza. Reclama, asimismo, el acceso a personal sanitario para formar a los profesionales de salud palestinos e, incluso, piezas para reparar los equipos que no funcionan.

Los niños y niñas palestinas sufren estas consecuencias de forma devastadora. Al menos 780.000 menores viven sin suficiente agua y alimentos y sin atención médica. Durante la operación militar israelí, 280 de los 641 centros escolares sufrieron daños y 18 quedaron destruidos. Al comenzar el curso, muchos alumnos no tenían libros ni lápices, mientras que camiones cargados de material escolar eran retenidos por Israel.