Hubo un tiempo, que hoy parece muy lejano, en el que las mujeres no tenían derecho a tomar parte en la vida pública. No hace falta remontarse al Franquismo para retroceder hasta aquella situación, pues los propios parlamentos del Estado fueron, en los años ochenta, los mejores exponentes del papel que la sociedad otorgaba a la mitad de la población en razón de su género. En el salón de Plenos de la recién constituida Cámara Vasca de 1980 sólo tenían escaño reservado cinco mujeres. Hoy el 46% de los representantes responden a un nombre de mujer, dato que revela una representación mucho más certera de la sociedad vasca que la de antaño, al margen del color político de cada parlamentaria.
La Ley de Igualdad de 2005 ayudó a incrementar la representación femenina en la Cámara, pero en todo caso vino a reafirmar una tendencia que venía consolidándose con el paso de los años. Así lo asegura al menos la propia presidenta de la Cámara, Arantza Quiroga, la segunda mujer tras Izaskun Bilbao que dirige el Legislativo vasco.
"Desde que yo he estado de parlamentaria la presencia de las mujeres ya ha sido importante y normalizada, y al menos en el Partido Popular las mujeres han ido alcanzado puestos directivos con naturalidad a lo largo del tiempo. La prueba es que yo fui propuesta para ser presidenta del Parlamento como podía haberlo sido cualquiera", afirma Quiroga.
La presidenta considera, incluso, que las propias parlamentarias podrían haber acelerado más el proceso hacia la igualdad efectiva. "Quizá no hemos sido lo suficientemente reivindicativas. Aquí no se acogía nadie a las bajas maternales, quizá porque los miembros de la Mesa eran hombres, y si hubiéramos metido un poco más de presión puede que se hubiera logrado antes. Entonces prácticamente teníamos que tener nuestros hijos y volver al Parlamento, sin acogernos a nuestro derecho de cuidarlos", afirma.
En el ámbito privado, Quiroga apuesta por "repensar" el concepto de la conciliación de la vida laboral y familiar, pues la mujer es necesaria en el mundo de la empresa, e incluso puede suponer "una oportunidad desde el punto de vista de la innovación".
La parlamentaria del PP Laura Garrido, por su parte, asegura que la presencia de la mujer, tanto en la vida política como en la empresa privada, ha ido intensificándose con el paso de los años como un hecho imparable ante la propia evolución de la sociedad. Por ello, es contraria a la discriminación positiva que a día de hoy se aplica por ley. "Yo no estoy muy de acuerdo con la aplicación de la paridad, creo que las mujeres deben ascender por sus propios méritos, que no sea una cuestión de imagen", demanda Garrido.
Blanca Roncal, vicepresidenta primera de la Mesa del Parlamento Vasco, recuerda que su partido, el socialista, "ya tenía un criterio de funcionamiento interno que luego vino a ratificar la Ley de Igualdad", aunque eso no impedía que muchos compañeros varones, y también algunas compañeras, vieran con malos ojos la política de cuotas en la formación. "Hace treinta años ningún hombre estaba dispuesto a perder sus posiciones de privilegio", explica la política socialista.
Hoy las cosas son distintas. "Ha sido algo progresivo y paulatino, diríamos que una evolución continua y muy natural, aunque la Ley lo precipitara en algunos partidos. Sin embargo, también ocurrió en la legislatura anterior que teníamos un grupo de seis mujeres y un hombre -EHAK-, que hablaban de nosotras y éste. Probablemente sin la ley hubiéramos ido más despacio, pero hubiéramos acabado donde estamos ahora", afirma Roncal.
La parlamentaria socialista no termina de creer "que hayamos podido vivir así en este país" al ver las fotografías de los parlamentos de hace quince años, no hace tanto tiempo, y eso que su actividad política anterior se desarrolló en un lugar, Arrasate, donde las mujeres disfrutaran de una presencia pública no habitual en aquellos tiempos. "Mondragón -donde fue concejala durante 16 años- es una zona de una alta participación femenina en la vida laboral y esta más acostumbrada a estar en todo tipo de foros", señala.
Inmaculada Boneta fue una de las cinco mujeres que entraron a formar parte del primer Parlamento Vasco, todas ellas del PNV salvo Itziar Aizpurua, que era de la Herri Batasuna que rechazaba ejercer su representación institucional y, por tanto, no acudía a las sesiones de la Cámara. "No se notó demasiado nuestra presencia porque la novedad era el propio Parlamento Vasco, donde todos éramos igual de bisoños, vírgenes o despistados", señala la ex parlamentaria, que después pasaría a formar parte de Eusko Alkartasuna, partido al que representó en el Senado hasta 2003.
"La apuesta del PNV fue notable, en aquel momento era un partido tradicional y conservador que resultó ser el único que tenía mujeres en el Parlamento", recuerda Boneta, la primera mujer del Estado en ocupar una mesa parlamentaria. Su presencia, junto con la de Begoña Amunarriz, Ana Bereciartua y Maite Sáez de Olazagoitia en la Cámara se asumió rápidamente "salvo por alguna excepción. Al principio -continúa- teníamos cierta fama de sufragistas, pero enseguida vieron que no íbamos por la vida haciendo alarde de nada".
Su experiencia fue positiva, pues "hubo un buen clima de trabajo" y, de hecho, "más traumático fue tener que pedir a un compañero de la Universidad que me sacara el bocadillo de tortilla de patata en Deusto, en el primer año de la primera promoción de chicas". A la hora de señalar un hito en la normalización de la presencia de las mujeres en las instituciones, Boneta señala sin duda la creación de Emakunde, que "puso la primera piedra de lo que hoy vivimos, fue una institución a la que se le tenía mucho respeto en las demás comunidades", afirma.
Jone Berriozabal es la parlamentaria más joven de la Cámara Vasca, quizá por eso ve con sorpresa "que siga llamando la atención el binomio mujer y política, es síntoma claro de que no vivimos una situación de igualdad". Berriozabal cree necesarias las políticas de cuotas, pues a su juicio, especialmente en el mundo de la empresa, las cosas no van tan rápido como sería deseable. "Algunos dicen que las cuotas no debieran existir, y ojalá lleguemos a ser una sociedad tan avanzada que no haga falta, pero desgraciadamente no es así, y mientras no se avance serán necesarias", asegura la parlamentaria jeltzale.
En todo caso, no sólo las cuotas son la llave para avanzar en la igualdad. "En el Parlamento muchas veces tratamos estos temas, desde la erradicación de la violencia de género hasta la conciliación o la discriminación en el mundo laboral", señala Berriozabal, quien reivindica la Ley de Igualdad que en 2005 aprobó la Cámara Vasca.
"Fue un referente que ha ayudado tanto en el ámbito público como en el privado", reivindica, aunque en el Parlamento, donde "la foto no tiene nada que ver con la de la primera legislatura" ha sido mucho más fácil avanzar que en las empresas. "En las instituciones ha sido mas fácil el acceso de la mujer, la ley ha ayudado a ello, pero en el ámbito privado hace falta más voluntad, es más complicado cambiar la voluntad de ciertas personas", lamenta.