o vengo a hablar aquí de la parroquia que asistió al famoso concierto del Buesa Arena, probablemente conformada -yo no estuve- por punkis a la antigua usanza encerrados en los cuerpos de señoras y señores de mediana y más que mediana edad, sino de los nuevos adalides de la desobediencia, la incorrección política y la provocación. Mucha gente que vaga a la deriva en estos tiempos de incertidumbre, precariedad y restricciones ha encontrado una válvula de escape a sus múltiples frustraciones en el discurso contestatario e irreverente de quienes dicen presentar la cruda realidad sin complejos, eufemismos ni paños calientes. Ahora bien, si quienes jaleaban desde el escenario a aquellos punkis de entonces eran crestudos veinteañeros con botas de militar y una sanmiguel en la mano, ahora quienes toman el micrófono para soliviantar a las masas reclaman justicia, orden y ley vestidos de domingo por la mañana y con la raya del pelo a un lado. Aquellos punkis eran como los bufones medievales. Como no se tomaban muy en serio a sí mismos tampoco lo hacía el resto de la gente, lo que les daba la libertad creativa para decir lo que les diera la gana sin más riesgo que el de pasar alguna que otra noche en un calabozo. Estos de ahora son otra cosa.