l mundo libre tiene un nuevo héroe y mártir. Novak Djokovic, estrella planetaria del tenis, está retenido por las autoridades australianas tras intentar ingresar en el país sin estar vacunado para participar en el Open de Australia. Por medio, una exención médica presuntamente concedida por el estado de Victoria donde se disputa la competición y los antecedentes del número 1 del mundo, cuyas declaraciones y actitudes hace tiempo que destilaban negacionismo. Ahora hay vigilias de antivacunas ante el hotel donde aguarda la decisión sobre su caso y su padre ha montado un show patriotero comparando a su hijo con Espartaco y Jesucristo, nada menos. La polémica ha reabierto el debate sobre las libertades individuales. Tengo claro que para vivir en comunidad asumimos concesiones en nuestro libre albedrío: leyes, impuestos, normas de tráfico, prohibiciones... En los últimos tiempos son recurrentes las apelaciones a la libertad vinculadas al privilegio de poder ejercerla, casi siempre marcado por lo económico, mientras asumimos sin rechistar leyes mordazas, fronteras con concertinas y cementerios en el mar. Es que es la ley. Y así también cada vez es más difícil discutir las sacrosantas leyes del mercado mientras se ponen en entredicho las amparadas por los derechos humanos o el sentido común.