quel fiel alavesista o baskonista que aún albergara alguna esperanza de acudir este curso a Mendizorroza o al Buesa ya puede ir despidiéndose. El último portazo del Gobierno no deja lugar a las dudas. Me consta, con toda la razón del mundo por cierto, que el mundo del fútbol y baloncesto anda soliviantado y echando pestes acerca del agravio comparativo de que los recintos de estos deportes estén cerrados a cal y canto mientras en el Conde de Godó de tenis sí se permita la entrada de más de un millar de personas para ver un Nadal-Tsitsipas. También hay barra libre para acudir a un encuentro de Segunda B o, fuera del deporte, un concierto musical o al teatro. ¿Por qué esta doble vara de medir? ¿Por qué este veto tan injusto? ¿Por qué unos sí y otros no? La industria del deporte, que tanto aporta al PIB español, quizás merezca otro trato más justo. Con las obligatorias condiciones sanitarias de seguridad y la pertinente limitación de aforo, las autoridades deberían ir abriendo paulatinamente las gradas a los aficionados en los dos deportes por antonomasia de Vitoria. Quizás baste con una tercera o una cuarta parte de la instalación poblada, pero algo es algo. El perjuicio económico es ya de unas dimensiones siderales. Bastante jode el maldito virus como para que otros lo pongan más difícil.