l pasado lunes publicábamos una noticia sobre el hallazgo de fósiles marinos en los Montes de Vitoria que sostendrían la teoría de que estas tierras, hace 73 millones de años, habrían sido lecho marino. Al parecer, el grupo más diverso de esos fósiles pertenece a la familia de los selacios. Pero no traigo aquí este asunto por su interés científico. Cuando leo sobre este tipo de hallazgos siempre me viene a la mente el concepto de la perspectiva. A ver si me entienden, en 73 millones de años, como dice el refrán, todos calvos, pero no me digan que nunca se han parado a pensar en qué rastro de nuestra civilización -y se me hace cuesta arriba utilizar este término pero tira- encontrarán nuestros tataratataratatara... nuestros descendientes. Bueno, esto asumiendo que para entonces quede algún rastro de vida humana sobre este planeta; o que quede planeta, lo que tampoco está muy claro, francamente. Pero en serio, juguemos a la ciencia ficción, ¿qué dirían de nosotros los rastros de nuestra sociedad que quedaran, qué sé yo, dentro de un par de milenios -por no irnos tan lejos-? Imaginemos que un apagón planetario mandara al guano todos esos bits y solo quedara para la posteridad la materia, lo que queda en pie... y lo que desapareció. Somos menos de una gota en un inmenso océano, pero resulta que a veces el océano va y desaparece.