ierro hoy el ciclo dedicado a los premios Ig Nobel con una selección particularmente querida para mí, los premios dedicados de uno u otro modo al mundo animal. En mi clasificación histórica ocupan el primer puesto ex aequo sendas investigaciones sobre la actividad cerebral de una langosta mientras ve La guerra de las galaxias y otra sobre si los pingüinos de cierta isla caen hacia atrás o no cuando los sobrevuela un helicóptero. Me temo que los premiados de este año no van a variar mi puesto de honor pero, aun así, aparecen algunos reseñables. Por ejemplo, tenemos el Ig Nobel de Acústica por lograr que una hembra de caimán “gruña en una cámara hermética llena de aire enriquecido con helio”. Al parecer, el objetivo del estudio era conocer las propiedades de la voz y la manera de comunicarse de caimanes, cocodrilos y demás reptiles. Aunque quizá el más curioso sea el Ig Nobel de Entomología por el trabajo Entomólogos aracnofóbicos: cuando dos patas más marcan una gran diferencia, que documenta el hecho de que muchos entomólogos tienen miedo a las arañas. Esto casi parece una de esas pelis imposibles tipo Sharknado -no sabría cómo definir esta saga cinematográfica-, caimán de voz aguda contra araña atemorizaentomólogos. Yo ahí lo dejo.