no de los pandemial effects más superficial aunque también molesto es el empañamiento de gafas. Ojalá ese fuera el mayor de los problemas que el jodido bicho nos ha traído, lo sufriría con gusto si así fuera. En cualquier caso, con la bajada de temperaturas y el aumento de la humedad, lo del empañamiento de gafas puede convertirse en un auténtico problema de tráfico. Transitas por la ciudad atravesando una gruesa muralla de niebla londinense de película, con riesgo cierto de colisión frontal con algún elemento del mobiliario urbano o, lo que es peor, con algún otro peatón. Buscas remedio intentando combinar hábilmente la altura de la mascarilla -prácticamente tapándote medio ojo- con la de las gafas -en la punta de la nariz- para tratar de reducir algo la generación de vaho. Bien. La consecuencia es que caminas en modo bifocal. Si miras a la altura normal, recuerdas que eres miope y por qué llevas gafas: en mi caso, sorteo el peligro de chocar contra una farola, pero si me cruzo con mi madre seguramente no la reconoceré. Y si miras ligeramente hacia abajo, por ejemplo para ver si pisas un charco o para subir un escalón, volverá a aparecer la niebla londinense. En fin, resignación, empañada más o menos hasta abril.