viceversa. Qué afición la de este país, estado, federación de naciones, barrio conflictivo o lo que sea -tal como está el mundo y la humanidad, igual pasado mañana ni estamos aquí- a convertirlo todo en una confrontación hooligan maniquea, o blanco o negro, y de mezcla de churras y merinas. Me parece un error, igual me equivoco, ligar los asuntos nada transparentes que han motivado la marcha -veremos por cuánto tiempo- del monarca emérito con el argumentario antimonárquico. Igual que no entiendo que una acción o trayectoria pasada, por buena que sea, dé a nadie derecho a justificar posteriores abusos. Dicho esto, el debate sobre monarquía o república como sistema político es previo a esta coyuntura y quizá más trascendental y, por tanto, si de verdad queremos plantearnos este asunto de una manera seria y fundamentada, quizá deberíamos hacerlo, para empezar, sin hacernos trampas al solitario. Flaco favor hacen a su causa los que se llaman a sí mismos monárquicos no sometiendo de verdad a la Corona de una monarquía parlamentaria -y, por tanto, una institución del Estado igual que el resto- a un control del resto de las instituciones, igual que un sistema republicano no garantiza, per se, comportamientos ejemplares.