odo este asunto en torno al ministro Marlaska y el traído y llevado -y cuestionado y cuestionable- informe de la Guardia Civil sobre la convocatoria de la manifestación del 8-M en Madrid en relación a la pandemia del coronavirus -sin noticias de investigaciones sobre el resto de manifestaciones en todo el Estado, partidos de fútbol, actos de partidos políticos...- también ha acabado enmarañándose donde suelen este tipo de temas: en el cruce y colisión de versiones. Todo en apenas una semana, porque la política se mueve a un ritmo vertiginoso y en esta pandemia más aún. De manera que, como en una especie de pliegue espacio-temporal, el enredo se atasca también en sí mismo y la controversia ya no es tanto -que también- el hecho que la desencadenó como las sucesivas explicaciones y versiones que de él ofrece la persona/institución señalada. Es un error frecuente; salvando las distancias que haya que salvar, el ministro Soria acabó como exministro después de sus múltiples cambios de versión en torno a su presencia en los denominados papeles de Panamá, por ejemplo. Y no nos engañemos, a la oposición le da lo mismo solomillo que pescuezo, en este asunto han encontrado un buen enganche y el Gobierno se lo ha puesto fácil.