El fútbol es así. No hace falta ser un experto en la materia para conocerse al dedillo un buen número de coletillas, tópicos y lugares comunes que definen a la perfección la exuberancia cultural y polisémica que acostumbra a acompañar al llamado deporte rey. Sin ir más lejos, ahí estoy yo, cada vez más ajeno a la citada práctica deportiva y que, sin embargo, me conozco de memoria la letanía que empieza por aquello del no hay rival pequeño, del juegan once contra once o del hay que seguir trabajando, y que concluye con un a los partidos solo se sale a ganar y con lo de lo que pasa en el campo, se queda en el campo. Con esas breves reseñas, uno puede disertar con cierta suficiencia sobre los avatares de las competiciones en curso, protagonizadas por unos seres que, a falta de una mayor profusión dialéctica, se ubican más cerca del Olimpo que de la terrenal humanidad. Lo escribo así porque aún estoy estupefacto ante la información que indica que el equipo Wuhan Zall, y toda una expedición compuesta por unas 50 personas, está entre lujo y boato en Sotogrande mientras la inmensísima mayoría de los habitantes de la ciudad de Wuhan están aislados y en cuarentena, aterrados por el coronavirus que ya ha acabado con la vida de decenas de personas e infectado a otras miles más. Lo dicho, el fútbol es así.