Preámbulo, nudo y desenlace y aquí paz y después gloria. Ese debería ser el periplo vital de la información. Sin embargo, al final, la realidad es reiterativa y, lo que hoy es noticia, lo volverá a ser en ciclos que sólo la providencia entiende y atiende. Bajo esa perspectiva, hay asuntos que llegan, desaparecen y vuelven a aparecer por arte de birlibirloque, circunstancia a la que habría que añadir los intereses de unos y otros, que tienden a ser numerosos e importantes, y según de qué se trate o de quién se trate, con un peso específico ineludible. Con todo, al final, quien repasa los medios de comunicación puede tener la sensación de vivir muy a menudo el día de la marmota y de que los profesionales que nos dedicamos a gestionar la información con criterios profesionales somos gente de materia gris disoluta y escasa, aburridos hasta la médula y sin capacidad para hacer la o con un canuto. A lo peor, esa sensación se acerca mucho a la realidad, pero en el descargo de mi profesión he de añadir que, pese a la existencia de múltiples evidencias que negarían mi discurso, la inventiva no es uno de los pilares de deontología periodística y si el papel dice lo mismo una y otra vez no es culpa del mensajero, sino del mensaje que, al parecer, sirve para un roto y un descosido. Sobre todo, en esta ciudad.