el debate a cinco entre los presuntos líderes políticos de España no me sorprendió. De hecho me decepcionó, más o menos lo que esperaba. No me apetecía ni verlo pero héte aquí que al final el prurito profesional me colocó delante de la tele, no fuera a ser que sucediera algo importante. Pero no. Comprobé que mis recelos apriorísticos se iban a ratificar de cabo a rabo. Lo más chocante a estas alturas de la película es comprobar el escaso nivel de los contendientes. Todos y cada uno de ellos se asemejan a esos burros con orejeras que caminan recto y sin titubeos llueva, haga sol o granice sin percatarse de lo que ocurre a su alrededor. No importa que alguno vomite un disparate porque nadie se lo va a rebatir, simplemente porque no le escuchan o, peor, porque no disponen de la mínima información necesaria para desenmascararle y ponerle en su sitio. Cada uno de ellos se preparó, o le diseñaron, su discurso y el objetivo prioritario era no salirse de ahí. Otra prueba de incompetencia y de falta de argumentos para sortear cualquier mínima alteración del guion. Lo malo es que da un poco igual lo que digan, tampoco ofrecieron pistas fiables de cómo pretenden resolver nuestros problemas. Lo único que me quedó más o menos claro es que estamos cada vez más cerca de unas terceras elecciones.