a declaración de Donald Trump en la que, por primera vez, admite que no seguirá siendo presidente de Estados Unidos, se compromete a facilitar una “transición de poder fácil y sin interrupciones” y condena los actos violentos del miércoles en el Capitolio es una buena noticia por cuanto supone una rebaja de la tensión política y social en el país pero no es en absoluto creíble. Solo unas horas antes, el propio Trump había instigado la insurrección con sus mentiras y falsas acusaciones de fraude electoral y, consumado ya el asalto, había saludado a los participantes -obviamente, seguidores suyos- y jaleado su acción: “Sois muy especiales, os queremos”. Esta supuesta marcha atrás de Trump, muy medida tanto en el tono como en el contenido, solo puede explicarse ante su soledad y aislamiento dentro y fuera de EEUU -incluso destacados miembros de su partido le han dado la espalda- y, sobre todo, por el incierto horizonte judicial y político que se le avecina. Además, si persistiese en sus mentiras y su negativa a ceder el poder, podría ser responsable de un nuevo episodio de violencia aún más cruento y peligroso para la democracia de EEUU el día de la toma de posesión de Joe Biden el próximo 20 de enero, ceremonia a la que, por si quedaban dudas sobre su nula calidad democrática, no acudirá. Trump parece haberle visto las orejas al lobo tras considerar las terribles consecuencias de su irresponsable actitud. No en vano, los demócratas están empeñados en poner en marcha de manera urgente su destitución como presidente antes incluso del día 20, aunque su exigencia al vicepresidente, Mike Pence -uno de los suyos, aunque el miércoles se plantó y al día siguiente confirmó la victoria de Biden-, de que invoque la enmienda 25º de la Constitución para hacerla efectiva de manera inmediata por incapacidad de Trump no parece que vaya a encontrar eco. Como alternativa, los demócratas barajan también un nuevo proceso de impeachment o juicio político. Trump es ya, felizmente, un cadáver político. Pero muy peligroso aún. Ayer mismo quiso animar a sus seguidores al afirmar que su “increíble viaje acaba de empezar”. EEUU debe encontrar la vía para que Trump asuma todas sus responsabilidades políticas y penales, purgue por ellas y quede ante el mundo como el presidente más nefasto y peligroso de la historia de EEUU.