El Congreso de los Diputados ha vivido durante las dos sesiones -sobre todo, la de ayer- que llevamos de investidura del candidato socialista Pedro Sánchez un vergonzoso, lamentable e indecente espectáculo protagonizado no en exclusiva pero sí de manera abrumadora por una derecha irresponsable que ha perdido toda medida de moderación. Los insultos, gritos, improperios, salidas de tono, abucheos y gestos poco decorosos mientras intervenía Sánchez o el portavoz de algún grupo ideológicamente contrario al suyo han sido una constante por parte de los diputados de las bancadas de PP, Vox y Ciudadanos. Era más que previsible que la legislatura que a duras penas está arrancando sería bronca, con episodios de confrontación, debates agrios y duras polémicas, pero lo vivido hasta ahora dibuja un escenario de hostilidad y conflicto más cerca al combate que al legítimo y necesario ejercicio de oposición o de gobierno. Muchos diputados -y, lo que es peor, sus líderes- no parecen entender que están representando a la ciudadanía en una de las máximas instituciones del Estado -precisamente en la que debe primar la palabra, la libertad, la tolerancia y el debate de ideas- y que no pueden comportarse como si fueran holligans deportivos. Los insultos de “asesinos” y “terroristas” dedicados ayer a la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, y a su grupo y los intentos de vetarla en el uso de la palabra al grito de “fuera, fuera”, unidos a las sobreactuadas reacciones de Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo, entre otros, son síntoma de un peligrosísimo proceso de degeneración democrática que puede deteriorar la convivencia. La derecha tradicional, representada por el PP, y la nueva de Ciudadanos, así como UPN, han asumido de manera acrítica, interesada y muy arriesgada los discursos, formas y actitudes intolerantes y agresivas de la ultraderecha de Vox. La incontenible satisfacción de Santiago Abascal y los suyos es prueba de que, lamentablemente, estas derechas le están comprando sus ideas y comportamientos, lo que puede tener consecuencias funestas. Con el agravante de que no dudan en volver a utilizar a una felizmente desaparecida ETA y a las víctimas para arremeter contra todo aquello que crean necesario para debilitar al rival político. Es de esperar que el resto no caiga en esta burda, irresponsable y peligrosa dinámica guerracivilista.