Cuando entrevistas a Yetto, mujer bereber a quien se le ha concedido aquí el estatuto de refugiada por motivos de violencia machista sufrida en Marruecos, descubres que ella no es solo la voz de una víctima. Yetto es la voz de una superviviente.

Así, en su relato de la violencia de género sufrida durante su vida de casada, no solo hay palizas y humillación. Sobresalen también palabras como amigas, comunidad, asociación de mujeres, que le ayudaron a soltarse de la "cerca de alambres" en la que se había convertido su día a día. Su historia representa una forma de escapar de la cárcel doméstica, a través del asilo y a través de las redes ciudadanas de barrio, tanto en Marruecos como aquí en Vitoria-Gasteiz, donde reside.

Yetto recuerda para DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA el horror a manos de sus dos exmaridos. Del primero, relata las palizas, y el rechazo de su propia familia a apoyarle y creerle. Del segundo esposo, que le engañó haciéndole creer que le salvaría del trauma del primero, recuerda golpes, abortos, violación.

Al final, ningún hombre le salvó. Ella sola se fue salvando. Estando de temporera recolectando fresas en Andalucía (como vía de escape laboral que le permitía alejarse de la casa durante unos meses), descubrió que estaba embarazada. Decidió no volver nunca más a Marruecos y solicitó asilo como víctima de violencia de género. Ahora ella y su hija poseen el estatuto de refugiada. Según ONU Mujeres, el 35% de las mujeres de todo el mundo ha sufrido en algún momento de su vida violencia física y/o sexual.

Pero Yetto no detiene ahí su relato. A lo largo de la entrevista, va mostrando fotografías de otras mujeres que han estado muy presentes en la segunda parte de su historia: la de su activismo como superviviente.

Yetto no es noticia porque ha muerto. Es noticia porque quiere luchar por un mundo sin violencia machista

Este activismo lo comenzó en Marruecos. Militó y luego presidió la Asociación Toudert pour le Développement de la Femme, integrada por más de 80 mujeres. De cara al exterior, su actividad era la fabricación y venta de artesanía. En realidad, su labor era el feminismo a pie de calle, de mano de otra asociación (FLDF Ouarzazate), para empoderar a las mujeres a salir de sus prisiones domésticas. Es el mismo objetivo por el que quiere seguir trabajando ahora, en una nueva asociación bereber en Vitoria que ya ha empezado a idear.

Como Yetto, hay muchas otras mujeres, allí y aquí, que creen en la solidaridad entendida desde el barrio, en la comunidad como espacio de arrope y en la sororidad (solidaridad entre mujeres) como tabla que te ayuda a salvarte.

Este planteamiento es también el del proyecto Redes ciudadanas de barrio contra la violencia de género, que otra ciudadana particular acaba de presentar al Programa Vitoria-Gasteiz Hobetuz, y que se pondrá en marcha si es apoyado en la votación popular que acaba este 28 de noviembre.

Este proyecto, inspirado en una iniciativa llevada a cabo en Barcelona durante el confinamiento, consiste en generar en los barrios conocimiento colectivo sobre qué hacer si como vecino/a, piensas que alguna mujer de tu entorno puede estar sufriendo violencia machista. A veces, entablar una conversación en el portal, poner tu número de teléfono en la ventana, o ser el tendero donde la clienta compra el pan y darle un folleto, puede ser ese alicate con el que romper las concertinas que pueden estar atrapándonos a cualquiera.

De hecho, según la última Macroencuesta de Violencia contra la mujer, 1 de cada 3 mujeres en el Estado español ha sido maltratada física, sexual, psicológica o económicamente por una pareja o expareja a lo largo de su vida.

Es cierto que las redes ciudadanas solas no pueden combatir esta lacra. El apoyo institucional y público es fundamental.

Además de recursos para preservar la vida de las mujeres maltratadas (pisos de acogida, modelos de atención que no re-victimicen) se precisa también ayudas para que sus vidas las puedan reconstruir, con programas de apoyo a la reinserción laboral, por ejemplo.

Pero donde las instituciones no pueden llegar, es a ese abrazo, a ese yo te creo de una amiga, un familiar, u otra superviviente. Chapeau por las asociaciones de supervivientes como Bizitu Elkartea, Haize Berria, Mujeres al Cuadrado, Bizirik, Goizargi Emakumeak Elkartea o Guerreras del Alto Deba que, con su relato en primera persona, pueden contarte que del maltrato se sale. Se puede sobrevivir... y se puede volver a vivir.