ue el cumpleaños de mis amigos Tomás, Pili y Marisa, quienes conjuntamente nos invitaron a una cena de exquisitos manjares. Tras los postres, Tomás sacó un delicioso whisky que, nos dijo, le habían regalado. Al rato, media botella se había ido a tomar por saco y el invitador la miraba con nostalgia. Le intenté quitar peso señalándole que era un regalo y él me explicó que según el código civil los regalos pasan a ser propiedad del obsequiado.

Por un momento pensé que si el whisky regalado a Tomás estuviera caducado, puede que mi delicado estómago hubiera necesitado toneladas de Fortasec para sanarse, pero también pensé que no le facturaría costo alguno porque, aun siendo el nuevo propietario del brebaje, estaría disgustado, es mi amigo y actuaba de buena fe.

Esta historia me lleva a las continuas críticas que la oposición parlamentaria dedica a lo que el Gobierno hace, especialmente en materia de lucha contra el virus, para luego, con la bondad que les caracteriza, ofrecer tales reproches como regalos en forma de propuestas para mejorar la gestión. Que pongas las vacunas así, que rastrees asá o lo contrario, da lo mismo. En vez de whisky regalan propuestas.

Estoy seguro de que a nada que el Gobierno vasco decida aplicar cualquiera de esas propuestas, que realmente son ideas deterioradas en forma de ocurrencias, la siempre alegre y combativa oposición no dejará pasar la oportunidad de elevar la voz de su censura porque, aun siendo suya la propuesta, por eso del código civil, tras haberlas regalado pasan a ser propiedad del Gobierno, y el Gobierno sabrá.

Me encontré con ama y le comenté que lo mismo que con el whisky se puede arriesgar porque de un amigo hay que fiarse, las ocurrencias de la oposición, ni tocarlas. Me miró extrañada y le dije que cogía vacaciones de escribir por lo menos hasta setiembre, pero que seguiré saliendo al balcón a charlar con ella.