l otro día me encontré con un amigo cargado de papeles. ¿Qué andas con tanta carpeta? Calla, calla, que menuda cruz que llevo. ¿Y eso? Pues verás, hará como 70 años, organizaron en el pueblo una semana católica. Trajeron curas de no sé dónde, una virgen, montaron procesiones, rosarios, confesiones, sermones..., te puedes hacer una idea. Y para rematar el asunto, a unos cuantos notables se les ocurrió montar una cruz en el sitio más visible del pueblo. Bueno, ¿y? Joder, pues que el sitio era un terreno de mi abuelo. Pero le pedirían permiso o algo, ¿no? ¡Qué va!, ya te digo, que por entonces el permiso se lo daban ellos.

Fueron el alcalde, el cura y el cabo de la guardia civil y ¡ale! la cruz que nos plantaron. Ya, pero tampoco te hace daño ¿no? Hombre daño, daño no, pero me ha salido el hijo perito agrónomo y quiere reforestar el terreno con árboles autóctonos, y claro, con la cruz en medio pues como que no es lo mismo, y además qué quieres que te diga, que en la familia no hemos sido nunca muy de iglesia, y el abuelo y mi padre no lo pasaron muy bien con aquello, vamos, que rezaron más en aquella semana que en toda su vida.

Pero a lo que estamos, que el terreno es mío y por lo que me he informado el mamotreto ese, valor artístico como que poco. ¿Y qué dice la gente? Pues que a ver qué me creo, que se han criado con la cruz ahí y que para ellos es parte de su paisaje, algo que lleva toda la vida, y ya dice mi padre, pues joven debes de ser, porque yo estoy vivo y el recuerdo que tengo de ese campo son las vacas pastando.

Yo por mí pondría un menhir, pero mi hijo dice que hay que devolver al monte lo que es suyo y dejarse de poner trastos como si fuésemos perritos marcando el territorio. Bueno, pues suerte y ya me irás contando, te dejo que voy a ver Olarizu desde Kutzemendi, y lo mismo me pienso a ver si me pertenece algo de lo que veo... Anda que tú también...